Daniel pareció un poco inquieto por lo que acontecía, de su brazo caminaba Arlén y su novia los observaba a una corta distancia. Se recompuso de inmediato soltándose de la pelirroja y caminó hacia ella con una sonrisa.
—Amor, que bueno verte.
La pelirroja abrió los ojos con molestia al escuchar la forma en que se refería a ella, esa chica que no tenía nada bueno que mostrar, ¿era su novia?, durante años había esperado para estar con él, y una chica tan simple había aparecido como si nada y ahora eran pareja. ¡Definitivamente no!, pensó.
—Elisa tenía ganas de comer algo y fui con ella —respondió la castaña con timidez.
Daniel asintió, y tomó su mano, dándole el lugar que le correspondía. —Te voy a presentar a una conocida —comentó con templanza, llevándola con él, hacía donde estaba la furiosa chica—. Te presento a Arlén, ella es hija de un amigo de mi padre. Arlén te presento a mi novia Mariam.
Ambas se miraron por unos cortos segundos, la sonrisa hipócrita de Arlén no la dejaba indiferente, la repasaba de la cabeza a los pies sin miramiento, Mariam en cambio no quiso darle tanta importancia, aunque por dentro si la tenía.
—¡Mucho gusto Arlén!
—Igualmente, ¿así que son novios? —preguntó, volviendo abruptamente a Daniel.
—Para mi suerte, lo somos —respondió el pelinegro, dándole un tierno beso a Mariam.
Arlén no podía creer la forma de comportarse con ella, parecía ser otra persona y no el chico amargado que acudía a fiestas y pasaba de todos. ¡Esto no puede estar pasando!, pensó. ¿Cómo era posible?, ¿Leonardo ya la conocía?, ¿estaría de acuerdo con ese noviazgo?
—Entonces, ¿imagino que nos acompañaras a comer? —preguntó Arlén, conteniendo la furia que sentía hacia esa pálida chica.
—¡No, no puedo quedarme!, ¡pero me dio mucho gusto conocerte! —respondió— ¡nos miramos mañana amor! —se despidió, notando que por primera vez también se había referido a él con la palabra amor, era el momento justo para hacerlo.
—Te llevaré a tu casa —indicó Daniel.
—¡No, no es necesario!, solo quédense y disfruten.
—Te llevaré —reiteró —Arlén tiene chofer, en un momento estará aquí para recogerla.
—¡Por supuesto!, además tengo hambre y quiero comer algo —mintió la pelirroja, para no parecer tan ofendida, como ya lo estaba.
—Cuídate Arlén —indicó el pelinegro, mientras caminaba con su novia hacia su auto.
Mariam no podía evitar sentirse tranquila, después de la inseguridad que había experimentado, Daniel la había llenado de confianza al presentarla como su novia, no sabía que había esperado en aquel punto, pero si sabía que la había sorprendido de buena manera.
—No tenías por qué venir conmigo, no quería interrumpir su comida —mencionó mientras se ponían en marcha.
—No interrumpiste nada, además me moría de ganas de verte, así que por favor crúzate en mi camino todos los días —comentó dándole un dulce y rápido beso, aprovechando el rojo del semáforo.
Por más deseos que tenía de quedarse con Daniel, no le era posible, llenándolo de besos en todo el rostro, se despidió unos metros antes de llegar a su casa, caminó con rapidez, alzando la mano antes de cruzar la calle, asustándose al ver a su tía quien la esperaba en la puerta, otra cosa que no tenía contemplada. Tragó con dificultad y caminó hacia ella.
—¡Desagradecida mocosa! —gritó la mujer, asestándole una bofetada.
Mariam la miró con el dolor latente en la mejilla, sabía porqué le había pegado, Anastasia se lo había contado, había estado esperando que ese momento llegara, aun así, nunca estaría lista para ser tratada con tanto desprecio, por quien había sido hermana de su madre.
—¿Qué te he hecho, para que me pegues así? —preguntó, guardando sus lágrimas.
—¡Y todavía preguntas!, ¡cómo te atreves a seguir viendo a ese chico, cuando te dije que no!
—¿Por qué?, ¿por qué no puedo verlo?, solo dame una buena razón... —mencionó con la voz rota, su tía quien no podía soportar verla, la sujetó del pelo con tanta rabia que parecía que quería arrancárselo.
—¡Tú eres una desagradecida!, ¡te estoy dando donde vivir y haces sufrir a mi hija!
Mariam sintió alivio cuando Fátima la soltó, su cabeza dolía por la manera en que la había sujetado, su mejilla también ardía, se dio cuenta que estaba llorando, estaba sollozando al comprender que su tía no la quería, no le guardaba ningún de cariño.
—¿Qué le hecho a Anastasia?, ¿dime que le he hecho? —preguntó mientras se limpiaba las lágrimas.
—¡Anastasia le gusta ese chico!, ¿te das cuenta lo que le haces a tu prima?
—Y por eso me pegas, porque salgo con él... porque le gusta a Anastasia, me has golpeado por eso... Solo por eso...
—¡Te he golpeado porque estoy cansada de ti!, desde que viniste a esta casa me siento irritada, agobiada, me haces recordar a cada momento, ¡porqué odie tanto a tu madre!
—¿Qué tienes contra mi madre?, ¡ella ya no está aquí, déjala en paz! —gritó entre sollozos.
Fátima parecía querer golpearla hasta que se callara, esa mocosa le había gritado y no lo iba a tolerar, se acercó de nuevo y la abofeteó en la otra mejilla, sintiendo como la colera parecía absorberla y tomar el control de su cuerpo.
—Tú madre se embarazó de ti, cuando tu padre era mi prometido, ¡te das cuenta porqué te odio tanto!, ahora que ellos están muertos, ya no tengo nada que fingir, ¡y te juro que tú no le harás lo mismo a mi hija!, ¡te lo juro!
Mariam se dejó caer al piso cuando su tía salió de la casa azotando la puerta, no podía dejar de llorar, sentía tanto dolor, ¿Quién era esa mujer?, esa mujer no era su tía, esa mujer no era nada para ella, no quería seguir viviendo con ellas bajo el mismo techo, ya no podía, no después de lo que había sucedido. ¿Qué iba a hacer?, ¿qué podía hacer?
Subió hacia su habitación, la foto de sus padres estaba en la mesita de noche, la estrechó contra su pecho y comenzó a sollozar, no le importaba el ardor en sus mejillas o el dolor de su cabeza, se sentía indefensa, se sentía como algo que no valía, y ya no quería, ya no quería seguir... ya no podía seguir...
Guardó toda la ropa que podía dentro de su mochila, su uniforme, pero se detuvo en el umbral, no tenía a donde ir, el dinero que tenía guardado no le alcanzaría para vivir sola por mucho tiempo, tenía qué pagar la colegiatura, tampoco podía irse así como así, era todavía menor de edad, se recostó en la alfombra con el dolor brotando en cada poro, ¿qué hago?, ¿qué puedo hacer?, sintiendo que las puertas se le cerraban y que sólo podía ir a su trabajo, corrió sin siquiera mirar su apariencia.
—¡Oh! ¿qué te ha pasado? —preguntó Valentina, al notar su rostro enrojecido y su cabello revuelto, parecía que había vivido una pesadilla.
—No puedo más... yo ya no aguanto más... —volvió a decir, justo cuando su compañera la abrazaba.
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UNA NUEVA OPORTUNIDAD
Storie d'amoreMariam debe regresar a su vida cotidiana a tan solo siete meses de perder a sus padres, el instituto ya no es lo que fue y no logra adaptarse a sus compañeros, su vida parece caer en picada, hasta que alguien se cruza en su camino para ayudarle a sa...