El comienzo del fin

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Valentina se había encargado de la mayor parte del trabajo, corría de un lado a otro para cumplir con la demanda de las mesas, estaba decidida en ayudar como pudiera a su compañera, quien parecía estar en otro sitio, atendiendo a los clientes sin ningún ápice de estar bien. Se veía cansada, triste, desolada y tantas cosas más, que prefería no pensar.

El sonido de la campana anunció la entrada de otro cliente, Mariam se apresuró a limpiar la mesa para brindarles la bienvenida, pero Valentina se adelantó en un instante.

—No puede ser... —susurró la castaña, al ver a los dos amigos que por sus risas llamaron la atención de unos cuantos. Henry y Luis parecieron igual de sorprendidos, de inmediato eludieron a Valentina, y se dirigieron a ella.

—No sabía que trabajabas aquí —mencionó Henry con satisfacción, repasando el bonito semblante de la chica. Luis en cambio se percataba de su expresión incomoda.

—Si, aquí trabajo. —respondió cortante, sus problemas no le hacían olvidar lo que había ocurrido con Elisa.

—¡Es bueno saberlo, así venimos más seguido! —respondió.

—Siéntense por favor —indicó, ignorando el comentario, bastante tenía con verlo en el instituto como para hacerlo también en su trabajo. —Les comparto la carta, regreso en un momento.

—¿Qué pasa?, ¿no puedes hablar con los clientes? —preguntó Henry un tanto indignado, por la manera fría en la que les hablaba.

—No puedo hablar mucho, me llamaran la atención si se dan cuenta que los conozco —contestó, dándose la vuelta.

—Me parece que está molesta por lo de Elisa —mencionó Luis, riendo por lo bajo.

—Si ya lo sabe, mucho mejor, así puedo venir a verla cada vez que quiera.

El restaurante estaba medio vacío, y Mariam se sentía bastante hostigada al sentir que la observaban todo el tiempo, era como tener sus ojos pegados en la espalda, buscaba por todos los medios ignorarlos, pero al querer hacerlo, se obligaba a estar más atenta a esa mesa, pareciendo igual de interesada.

—¿Quiénes son esos chicos? —preguntó Valentina con curiosidad, desde que habían entrado se había percatado que no dejaban de seguirla con la mirada.

—Unos compañeros de clase —respondió, distrayéndose al ver a otro cliente retirándose, ambas se despidieron cortésmente.

—¡Pues creo que les gustas!, no te quitan la vista de encima.

—No les gusto, simplemente hablan a mis espaldas —respondió, reconociendo que ese dúo no era de fiar.

—¡Se están levantando, creo que ya se van! —indicó Valentina bajando la voz— regreso cuando se hayan ido.

—¡No te vayas! —suplicó.

—Tengo que ir al sanitario, ¡lo siento!

Mariam se quedó en el mismo sitio para despedirlos, esperando que fuera la primera y ultima noche que los vería en el restaurante. Inhaló profundamente y escondió su molestia con una sonrisa que esperaba se notara genuina.

—Ya nos vamos, la comida del lugar es deliciosa, no dudo que un día de estos volvamos a visitarlos.

—Será un gusto recibirlos —mintió, actuando como una buena anfitriona.

—¿A qué horas sales? —preguntó interesado.

—No tengo horario, así que depende —respondió sin titubear.

—Luis trajo su auto, podemos esperarte, ¿si quieres?

—No es necesario, pero gracias a ambos.

UNA NUEVA OPORTUNIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora