El paseo de bienvenida

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Mariam subió al autobús amarillo esperando encontrar un sitio cerca de la ventanilla, era el mejor lugar si quería evitar marearse, para su mala suerte todos estaban ocupados, el salón "B" también iría con ellos, si tan solo hubiera sido el "C", pensó, para poder estar junto a Daniel en todo el recorrido.

Varias manos se levantaron con el deseo de que la castaña se uniera a su sillón, Alessa bufó con molestia al mirar a quienes se ofrecían, le parecía de lo más estúpido que desde la llegada de Mariam volvieran a relegarla de a poco. "Acaso no se dan cuenta que soy mejor que ella", pensaba con fastidio.

Henry sabía que perfectamente lo que Mariam necesitaba, la conocía tan bien que al ver su mirada lo atrapó por completo, los sentimientos que albergaba y escondía, cada día parecían fortalecerse haciéndole más difícil pasarlos por alto.

-Miguel, ¿podrías moverte para que Mariam se siente? -preguntó a su amigo.

El chico volteo hacia Henry extrañado, sabiendo que no podía negarse al capitán del equipo futbol, asintió y se movió de sitio para dejarla pasar, Elisa llamó a su amiga para que ocupara el lugar junto a la ventanilla, obviando la punzada de dolor que le producía ver a Henry tan interesado en ella.

-Oye, no es necesario, sigue en tu lugar -indicó Mariam.

-¡No te preocupes!, igual me alegra de ir a tu lado -respondió guiñándole el ojo.

Al fondo sonaba la música de Morat, algunos no paraban de tararear, Anastasia y Alessa cantaban a todo pulmón, mientras sus amigos les aplaudían. Elisa no paraba de criticarlas por el bullicio que armaban. Melany unos asientos más adelante reía con Luis y Andrea, sumidos en los planes para la fogata de esa noche.

Henry inquieto por el malestar de Elisa la empujó al respaldo del sillón para besarla, evitando de esa forma seguir mirando a la castaña quien hablaba entretenida con Miguel.

-¿Qué se siente volver a ser el centro de atención? -preguntó el moreno, compartiéndole a Mariam una galleta de las que llevaba en la mochila.

-¿Te digo la verdad? -mencionó, para luego comer la galleta de chocolate, Miguel asintió esperando la respuesta-. No me importa, no me importa nada si me notan o no, solo quiero vivir tranquila el ultimo año, aunque lo veo difícil.

Miguel sonrió por la sinceridad en la respuesta de la chica, ya todos sabían lo distinta que estaba y él no era la excepción en haberlo notado, además era lógico que ya no fuera la misma después de lo de sus padres, tampoco podía evitar pensar en lo sorprendente de que siguiera viva.

Cuando la noticia de que estaba grave corrió por el instituto, el revuelo se mantuvo durante semanas, él y Luis habían acompañado a Henry en ocasiones al hospital, a sabiendas de que no los dejarían entrar por no ser familiares, aun así, habían hecho el intento.

-Quizás no es el momento y posiblemente muchos ya te lo han dicho, pero... me alegro bastante de verte viva -susurró.

Mariam se quedó en silencio, sus ojos se humedecieron enseguida a pesar de prometer que no lo haría durante el viaje. Escuchar que alguien no tan cercano le dijera eso, la hacía sentir agradecida de poder respirar. La lucha interna que vivía en ella, comenzaba a inclinarse por la vida.

-Gracias... -susurró, para mirar la hermosa mañana a través de la ventanilla.

El hotel Sun Place parecía más bonito que en las fotos, no era algo del primer mundo, pero si aceptable para pasarla con los amigos. El calor del medio día y el suave olor a mar les dio la bienvenida, los profesores fueron los primeros que se encargaron de pedir las llaves de las habitaciones para luego llamarlos por lista.

UNA NUEVA OPORTUNIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora