Plan

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Humedad.

Oscuridad.

Soledad.

Era todo lo que se podía percibir en esa cueva. Gotas caer, el eco en la profundidad. Pero aquel lugar no estaba solo.

Al fondo de la cueva se podía percibir una silueta, una presencia estelar. Odio, sed de poder.

Un elfo.

Araavos se encontraba al final de la cueva, con su cabello plateado cayendole sobre los hombros. Sus ojos inmersos en un color de oscuridad, sus manos estaban sobre un mapa de las tierras de Xadia y los reinos humanos.
Sus dedos lo recorrían con la sensación de que estaban buscando algo.
Lo recorría lentamente.
Estaba haciendo un hechizo... uno de magia oscura.

Su cuerpo de más de tres siglos de edad aún podía resistir el cansancio de hacer un hechizo de magia oscura.
Y más si era para algo de lo que se iba a beneficiar.

Araavos rebusco una vez más en su mente. La imagen de un chico castaño debía ser clara en sus pensamientos.

Entonces lo encontró.

Su susurro puso fin al ensordecedor silencio que reinaba en aquella oscuridad.

—Lux Aurea— dijo con su voz ronca y una sonrisa en sus labios.

Sus cuatro dedos se alejaron del pedazo de papel y sus ojos volvieron a tomar su apariencia normal.
Ya sabía dónde estaba lo que buscaba y no iba a desaprovechar la oportunidad de tomarlo.

Con un movimiento de su mano envolvió el papel que estaba sobre una piedra y este desaparecido.

Araavos se volvió hacia donde estaba la entrada de la cueva y empezó a caminar lentamente. Sus pasos resonando cual cañón terminando con aquel silencio ensordecedor que había en la cueva.

La luz comenzó a hacerse visible.

El ya no estaría en la oscuridad más tiempo, iría hacia Lux Aurea.

Donde su magia ya lo estaba esperando...

Mi Amor, Mi Esperanza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora