Capítulo 8

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A la mañana siguiente, Horacio se despertó con un rayo de sol dándole en toda la cara. Su despertador no había sonado, por lo que aún no debían de ser ni las ocho de las mañana. Se desperezó en la cama cual largo era, enredando los pies en la sábana. Sólo entonces abrió los ojos.

Le esperaba un día largo. Tenía que hablar con Gustabo, ir a trabajar y, por la noche, debían reunirse con los de la meta. ¿En qué momento su vida se había complicado tanto? Extrañaba los días tranquilos, donde se la pasaba tonteando con su hermano.

Tomó su celular para apagar la alarma que comenzaba a sonar estridente. Se sorprendió al notar la notificación de dos mensajes sin leer. Con los ojos aún entrecerrados, apretó el ícono de la bandeja de entrada. Eran dos mensajes de Volkov: en uno, le decía que los resultados de su estudio de sangre estaban listos, y que al parecer habían dado bien; en otro, le preguntaba si estaría disponible esa noche para la extracción.

Tecleó y borró varias veces la respuesta que quería darle. Estaría libre, y realmente quería hacerlo, pero aún no había hablado con Gustabo. Si bien lo que su hermano pudiera llegar a decirle no lo haría cambiar de opinión, necesitaba comentárselo. Planear algo sin avisarle le sabía mal.

Bloqueó la pantalla de su móvil y se dispuso a ir al baño. Como quien se dispone a amortiguar una mala noticia, Horacio preparó el desayuno favorito de Gustabo: yogur con media manzana roja cortada en cubitos y granola. Para él se preparó un café y huevos revueltos con dos tostadas. Quince minutos más tarde, escuchó la puerta de la habitación del rubio abrirse, y los pies de éste arrastrándose hasta el comedor.

- Joder, macho. ¿Por qué coño haces tanto ruido en la cocina?- se quejó el muchacho, dejándose caer en una de las sillas. El pelo teñido de rubio caía despeinado sobre su frente, y unas profundas ojeras enmarcaban aquellos ojos azules como el cielo.

- Encima que te preparo el desayuno, perro- bufó Horacio, dándole un sorbo a su café y quemándose la lengua en el intento.

- Mira, como me hayas puesto manzana verde otra vez... Es que...- comenzó a refunfuñar Gustabo, revolviendo el yogur con la cuchara.

- ¡Que no, pesao!- exclamó Horacio, dándole una patada por debajo de la mesa. Tras un momento de tensas miradas, tomó el coraje suficiente para continuar:- Tengo que decirte algo, pero no te enojes, ¿vale?

- Me cago en...- Gustabo dejó caer su cabeza entre las manos, y soltó un bufido- A ver, dime: ¿qué idea brillante se te ha ocurrido ahora?

- Voy a ser el donante de Volkov. Exclusivo, sólo trabajaré con él, sin empresa de por medio. Esta noche me iré a quedar a su departamento, y mañana ya estaré de vuelta- le explicó rápidamente, sin tomar aire.

- ¡¿Estás de coña, Horacio?! ¿Después de que casi te matan?- se exasperó su hermano, golpeando la mesa con la palma de la mano y mirándolo directo a los ojos. Horacio se hizo pequeño en su asiento, atinando sólo a asentir levemente- ¡Estás loco, tío! ¿Qué pretendes con eso? ¿Crees que así te lo follarás más rápido? Joder, Horacio...

- Gustabo, escúchame, ¿vale?- lo interrumpió, tratando de parecer lo más sereno posible- Quiero hacerlo porque Volkov me... Cambió mi vida, ¿entiendes? No sólo evitó que me desangrara aquella noche, también me dio un trabajo, Gustabo. Un trabajo de verdad, con el que puedo ahorrar para comprarnos el puesto de comida, y en donde no tengo miedo que me apuñalen por la espalda- le explicó. La postura de su hermano se fue relajando de a poco mientras le hablaba, y la ira en sus ojos desapareció-. Vamos, que si no fuera por el trabajo que me dio, ni podrías elegir entre manzanas rojas o verdes porque antes no nos alcanzaba la pasta.

Gustabo se echó contra el respaldo de su asiento y lo miró, pensativo. Horacio bajó la vista a su taza, y revolvió el café con la chucharilla. Sabía que a su hermano le costaba entenderlo cuando se proponía ayudar a alguien sin ningún beneficio a cambio. Gustabo nunca hacía nada sin miras a obtener alguna ganancia, cosa que el de cresta no le reprochaba; era su hermano de vida, y lo quería así, tal como era. Sólo esperaba que la aceptación fuera recíproca.

Donante [VOLKACIO AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora