Capítulo 9

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- Privet, Horacio- saludó el ruso. Vestía más casual que de costumbre: una camiseta negra de algodón de manga corta, joggins Adidas grises y zapatillas deportivas a juego-. Pase, por favor.

- Gracias- musitó el muchacho, con el corazón en la garganta.

El departamento seguía tal cual lo recordaba: igual de impoluto, de frío, de... Impersonal. Nunca antes lo había pensado, pero esa residencia era muy amplia para un solo inquilino. Además, siendo vampiro, ¿qué tanto utilizaría esa cocina gigante?

- ¿Cómo se encuentra? ¿Pudo descansar?- le preguntó Volkov, una sonrisa nerviosa formándose en sus labios.

- Sí, me dormí una siesta y todo- comentó el chico. Evitó su mirada: él ya estaba lo suficientemente nervioso como para admitir que el vampiro también lo estaba. ¡Ni que fueran dos adolescentes a punto de liarse por primera vez!, se reprochó.

- Me alegra oír eso. Venga, le enseñaré su habitación- Horacio caminó tras su anfitrión, bajando las escaleras de la entrada hasta dar con un pequeño pasillo, en donde una sola puerta de madera tintada de negro se dejaba ver.

Volkov la abrió, dándole vía libre a su invitado para que pasara. Con cierta cautela, Horacio se adentró en la recámara, observando todo a su alrededor. Lo primero que notó fue el cambio de temperatura: dentro del cuarto estaba mucho más cálido que en el resto del departamento, cosa que agradeció.

Había una cama de dos plazas contra una de las paredes; parecía recién tendida. A sus pies, una gruesa manta azul oscuro, y un cantidad de almohadones de distintos tamaños lo invitaban a tirarase de cabeza para comprobar la suavidad de los mismos. También había una cómoda delante de la cama, para que guardara sus pertenencias. El causante de aquella agradable temperatura era un pequeño calefactor eléctrico colocado en una de las esquinas.

Sin embargo, habían elementos que desentonaban con lo que uno esperaría ver en un dormitorio: un gotero, como los de hospital, a un costado de la cabecera de la cama, junto a un tubo metálico, del cual colgaban largos y finos tubos plásticos.

Confuso, se volvió y buscó con la vista a Volkov. Se sorprendió al encontrarlo recostado contra el marco de la puerta. Desde esa distancia casi prudencial lo observaba.

- ¿Qué es eso?- le preguntó, señalando los objetos al costado de la cama.

- El gotero para colocar las bolsas de sangre para cuando le haga la transfusión, y oxígeno por si llega a necesitarlo- le explicó. Horacio simplemente asintió, pensativo. "Por si llega a necesitarlo", repetía para sí. Todo el miedo que había intentado reprimir hasta entonces comenzó a pujar para salir, y sintió su pulso acelerarse del miedo-. Le dejo un momento a solas para que se instale, Horacio. Cuenta con un baño privado- le dijo, señalando una puerta en la que no había reparado hasta entonces-. Le recomiendo que se ponga ropa cómoda.

- Vale, vale. Gracias- logró responderle a pesar de tener un nudo en la garganta.

Una vez se hubo quedado a solas, Horacio cerró la puerta del cuarto para ponerse el pijama. De normal, dormía sólo con ropa interior pero, como esta no era su casa, había optado por llevar un pantalón de pijama a cuadros rojos y negros, y una camiseta blanca con cuello en V. (Supuso que ese corte sería más cómodo para el vampiro).

Ya cambiado, fue al baño a cepillarse los dientes y mojarse la cara. Era pequeño, pero tenía todo lo necesario para higienizarse. Hasta pasta dental. Por las dudas, cepilló sus dientes dos veces, y se miró al espejo para asegurarse de no tener nada atascado entre ellos.

Un suave golpe en la puerta del cuarto hizo que se sobresaltara. Secándose con rapidez el rostro, salió del baño para atender.

- ¿Está... Está listo, Horacio?- preguntó Volkov, enredándose con sus palabras. El chico podría jurar que se encontraba más nervioso que él.

Donante [VOLKACIO AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora