Глава 1

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Agosto de 1900 había sido una caricia al alma para todos los habitantes de la pequeña localidad de Súzdal. Tras meses de frío invierno y cielos nublados, finalmente el sol había salido, brillando ahora sobre los cultivos y los niños, que correteaban alegres por los campos.

El trece de ese mes, la familia Volkov recibió a un nuevo integrante. Tras una noche y un día enteros en trabajo de parto, siendo asistida por la matrona del pueblo, la señora Volkova dio a luz a su segundo hijo, su primer varón. El potente llanto de la criatura despertó a su padre, quien se había quedado dormido en la cocina de la casa debido a la larga vigilia y los tragos de vodka.

El pequeño Viktor era a penas un poco más grande que su hermana mayor, Alexandra, al momento de nacer. Pataleaba y lloraba con todas sus fuerzas, y sólo se calmó cuando lo acercaron al pecho de su madre, del cual se prendió de inmediato, hambriento. Sus padres sonrieron felices: el niño estaba sano, era fuerte y hermoso.

El tiempo pasó, y un tercer niño llegó a la familia. Sin embargo, su arribo no fue celebrado de la misma forma. Su padre ni siquiera se hallaba presente ese día. Seguramente estaría tirado en algún campo vecino apestando a alcohol, o bien apostando hasta sus zapatos en la casa de los Saveliev. Sin embargo, Alexandra y Viktor estaban ahí para recibir al pequeño Alex. Viktor estaba particularmente feliz, puesto que ahora tendría un hermanito con quien jugar.

Era costumbre en la zona que, en cuanto un niño aprendía a caminar sin caer cada dos por tres, ayudara a sus padres tanto en las tareas del hogar como en el cuidado de los cultivos y los animales. Alexanadra tenía mayor facilidad para las plantas: cualquier cosa que ella enterrara en el suelo crecía en abundancia. Por otro lado, los niños preferían cuidar a los pocos cerdos que tenía la familia. Viktor se encargaba de limpiar y arreglar cualquier desperfecto que "la casa de los cerdos" (así le decía al corral) tuviera, mientras que Alex los alimentaba y jugaba con las crías.

Tampoco podían pedirle al más joven de los Volkov que hiciera mucho más que eso: su salud era, cuando menos, débil, y caía enfermo con mucha más frecuencia que cualquier otro niño de su edad. El cura de la iglesia a la que concurrían todos los domingos le dedicaba sus plegarias todas las noches, y Yuri, el curandero del pueblo, no podía hacer más que darle infusiones de diversas hierbas y compresas calientes, que lo único que hacían era mitigar las afecciones del niño un tiempo. Les había recomendado llevarlo a la ciudad para que un médico lo revisara, pero su padre dijo que eso sería imposible porque no tenían dinero.

Viktor recordaba esa noche. Era la primera vez que escuchaban a su madre levantarle la voz a su padre. Le rogaba que vendieran todos los cerdos, incluso los que aún eran muy jóvenes, para poder llevar a Alex a que un doctor lo atendiera. Estaba desesperada, pero su esposo no cedía frente a su postura.

Mientras, en la habitación contigua, Alexandra abrazaba a sus dos hermanos y tapaba sus orejas en un intento de que no escucharan la discusión. Funcionó con Alex, quien se aferró a sus brazos, aterrado por los gritos y golpes, pero Vik ya se sentía lo suficientemente mayor a sus nueve años como para escuchar la verdad, por lo que se escapó del lado de su hermana y se sentó junto a la puerta para escuchar mejor.

Esa noche no pudo dormir, ni siquiera cuando escuchó a su padre irse dando un portazo. Pensó de qué forma podía ayudar a su familia a ganar más dinero para llevar a la ciudad a Alex. Despuntando el alba, trazó el siguiente plan: saldría a cazar al bosque todos los días, y Alexandra podría vender sus mejores presas en el mercado del pueblo. Los bosques aledaños a su casa estaban plagados de liebres y jabalíes, sólo debería tener cuidado con los lobos. Así que, en cuanto el sol estuvo lo suficientemente alto, se calzó sus botas y tomó el rifle de su padre. Desoyendo las peticiones de su madre de que se quedara en casa, que corría mucho peligro yendo solo, se encaminó hacia lo profundo del bosque.

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