Глава 2

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Los primeros meses fueron difíciles. Pocas cosas lo diferenciaban de una bestia cualquiera. De no ser por Sergey Petrov, Viktor hubiera arrasado con el primer pueblo en su camino. Se sentía seco, vacío, como si de una vieja pintura andante se tratara, y sólo la sangre lograba revivirlo.

Su olfato se había intensificado a niveles que jamás creyó humanamente posible. Cualquier cosa, hasta una gota de rocío cayendo al suelo a cien metros, llegaba a sus fosas nasales. Era un tormento al que tuvo que acostumbrarse. No le quedaba otra opción.

Después de todo, era un vampiro ahora.

- Esto es asqueroso, Petrov- se quejó, escupiendo al suelo restos de sangre y pelos.

Su mentor insistía en que consumiera sangre de animal y que dejara a los humanos en paz. "Tú no eres quién para reclamar una vida", le recordaba cada vez que estaba a punto de atacar a cualquier viajero perdido.

- Los carnívoros saben más fuerte, sí- reconoció antes de dejar caer al suelo el cadáver de la loba que le había servido de cena. Viktor hizo lo mismo con el cadáver del lobo que tenía entre brazos-. Esto deberá ser suficiente por el resto del mes.

- Pero si estamos iniciando julio...- se quejó.

- Si sigues alimentándote como lo haces, jamás podrás intentar con una donante- Petrov se tiró sobre el suelo de la casucha de madera que habían encontrado hacía un par de días. Esa era la norma: podías alimentarte de un humano siempre y cuando no lo mataras en el proceso.

El lugar probablemente hubiera pertenecido a una familia de granjeros que, como muchas otras, se vieron obligadas a abandonar el lugar tras ser enviados a alguna granja comunitaria para trabajar, o bien habrían escapado a la ciudad para intentar tener una mejor calidad de vida. Era una escena desoladora que se replicaba en todo el interior del país. Al menos le servía de refugio a los dos viajeros.

- Ya te dije que no quiero donantes- le recordó Viktor. Limpió los restos de sangre de su boca con un puñado de nieve derretida.

- Entonces acostúmbrate al sabor de los animales- resuelto, se dio media vuelta para dormir hasta que cayera la noche.

Por las malas (muy malas) Viktor Volkov había aprendido que, si bien la luz solar no lo desintegraba en cenizas como pintaban en el folklore y novelas de terror, su piel sufría severos daños al no estar bien alimentado. La sangre de los animales no le proveía todos los nutrientes, proteínas y vitaminas necesarias para mantenerse en óptimas condiciones, por lo que si sufría de alguna lesión, por más mínima que fuera, ésta tardaba semanas en sanar completamente. O al menos esa era la explicación que Petrov le había dado.

El primer año luego del incidente transcurrió así, con ellos dos escondiéndose en lo profundo de los bosques y campos para que Viktor aprendiera a cazar, cuidarse y alimentarse por cuenta propia. "Es lo mínimo que puedo hacer", musitaba Sergey cada vez que el otro le agradecía por no haberlo dejado a su suerte en Moscú. Y luego solía agregar: "Espero que hagas lo mismo si alguna vez decides convertir a alguien".

El paso del tiempo sabiéndose casi inmortales se percibía de una forma muy distinta. Un mes pasaba como si de un suspiro se tratara. Así fue como los años se sucedieron uno tras otro mientras los dos viajeros recorrían los extensos bosques y tundra de su amada patria. Esquivaban guerrillas, tropas militares y miseria a la par que Viktor aprendía a dominar sus nuevos instintos.

En 1941 su mentor le informó que tenía la intención de volver a Moscú. Prefería la vida en sociedad, el barullo en las calles y a sus donantes. No le preocupaba la guerra. Que intentaran matarlo, tanto más le daba.

- Necesito encontrar a Arthur Flack- le confesó Viktor una noche. Se habían sentado a descansar en la cima de una colina casi desierta. Sólo unos pastos resecos y algún arbusto bajo la adornaban. La nieve caía suavemente sobre sus gorros.

Donante [VOLKACIO AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora