Capítulo 6

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No fue ninguna sorpresa para Horacio cuando, al día siguiente, se encontró con un mensaje de Volkov en donde le decía que esa semana él no abriría la tienda por la tarde, por lo que no era necesario que se quedara después de sus tareas matutinas. Es más, le sorprendió que le hubiera pedido tan poco tiempo y no lo hubiera mandado a tomar por culo a la primer oportunidad.

El domingo no trabajó en la librería, pero sí estuvo todo el día yendo y viniendo, de norte a sur, junto a Gustabo. Se habían amigado con Alex, el chico que antes vendía para Robin y había decidido irse con los de la meta, y él había logrado concretarles una cita con el capo enmascarado de Sandy. Horacio decidió seguir el consejo de su hermano de no decir palabra durante todo el encuentro (tampoco es como si estuviera de humor como para decir algo), así que las cosas habían salido bastante bien: los pondrían a prueba un tiempo y, si alcanzaban las expectativas del equipo, los meterían oficialmente dentro de la banda. 

La misma noche del domingo, Gustabo y él se encontraban en los callejones cercanos a las discotecas, vendiendo pequeñas cantidades de droga a quienes se les acercaban para curiosear. Ambos flipaban con la cantidad de gente desesperada por probar la novedad de la isla. Alrededor de las seis de la mañana, cuando el sol estaba despuntando, se subieron al Audi con los bolsillos rebosantes de dinero y pusieron rumbo a casa. 

- ¡Joder! Con tanto drogadicto en la ciudad, tendremos el dinero de estos narcos antes de terminar la semana- comentó Gustabo con una sonrisa plantada en la cara. 

Horacio sólo atinó a asentir, dejando escapar un largo y sonoro bostezo. Estaba agotado. Habían sido demasiadas emociones en menos de cuarenta y ocho horas, y el estar constantemente alerta para evitar que la poli u otros dealers los pillaran tampoco había ayudado. Así que, en cuanto se desvistió para meterse a la cama, cayó rendido. 

Al día siguiente, desayunó a su ritmo, repasando mentalmente lo sucedido con Volkov en Súzdal. La situación se le había ido de las manos adrede, y eso era lo que más le preocupaba. Una cosa era ofrecerle ayuda, otra provocarlo, poniéndose en peligro. Además, después de que le hubiera confesado que no quería más donantes... Sin importar que sus intenciones no eran malas, había sido una jugada sucia, concluyó.

Llegó pasado el mediodía a Súzdal. La ausencia de su dueño se hacía notar: las cartas se habían acumulado bajo la puerta de entrada, y los papeles tras el mostrador estaban apilados desprolijamente. Horacio dedujo que Volkov se habría ido corriendo tras el incidente, pues era muy impropio de él dejar todo así de desordenado.

Dejó su chaqueta sobre una de las banquetas y se puso manos a la obra. El resto del día se lo pasó limpiando, ordenando estanterías (¿por qué coño la gente no era capaz de dejar los libros en el mismo lugar de donde los sacaban?), organizando el mesón de la entrada, que usaban para exponer las novedades del mes. Recordó que en el sótano aún tenía una caja sin abrir, y que el jefe le había pedido que esa semana subiera algunos ejemplares a la tienda. Se extrañó al darse cuenta que Volkov había pedido sólo cincuenta tomos de aquellos libros de apariencia tan simplona, cuando normalmente pedía el doble de eso.

"Análisis y crítica a las nuevas formas de alimentarse: el relato del otro lado de los colmillos" era el título del libro en cuestión. De una tal Lucy Westenra. Horacio frunció el ceño, pasándose un libro de una mano a otra, pensativo. ¿De dónde le sonaba ese nombre? Pasó media hora tratando de dar con algún recuerdo relacionado a esa tal Lucy, pero fue en vano. A juzgar por el título y por la portada tan sobria, supuso que se trataría de un trabajo catedrático, por lo que la autora debía ser alguna profesora de renombre en alguna universidad igual de prestigiosa. Era imposible que hubiera escuchado su nombre en su entorno (él y Gustabo a penas habían alcanzado estudios secundarios, mientras que muchos de sus amigos a penas podían leer más de tres palabras de corrido), a menos que Volkov lo hubiera hecho en alguna de sus extensas conversaciones.

Donante [VOLKACIO AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora