36. cobarde (p.2)

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El taxi me dejó en un hotel pequeño a dos horas de la bahía. El taxista supo hacer bien su trabajo cuando le pedí que me llevase a "el lugar más lejano al que me pueda llevar". Obviamente tuve que dejarle propina de más, algo que me dejó con menos dinero de lo que traía.

Pensaba que el irme me haría sentir quizás mejor, menos ahogado a un compromiso que seguramente no podía cumplir, pero la verdad era diferente.

Me sentía mal. La sensación de soledad e impotencia me tragaban de pies a cabeza de nuevo, pero no pensaba en regresar con Kara. Era diferente, pues aún tenía la sensación de ser un inútil insufrible que no puede enfrentarse a lo que le tiene miedo, pero con la sensación de que estaba bien por primera vez dejar que algunas cosas pasaran sin mi presencia o ayuda. Algunas veces estaba bien no estar presente, otras no.

De todas maneras me sentía fatal en el momento que me acerqué al mostrador del lobby de aquel viejo y solitario hotel; no había nadie a esas horas rondando por ahí. La soledad empezaba a hartarme. Tanto tiempo pensando que esa sería la respuesta, cuando quizás era totalmente opuesta. Necesitaba sentir que contaba con alguien, y aunque lo sentía con Grace, la chica que no dejaba de rondar en mis pensamientos, le debía mucho. Había robado mucho de ella...

—Buenas noches, ¿espera hospedarse? —habló un hombre en el mostrador que apenas había notado. Acomodé la mochila en mi hombro y me aclaré la garganta.

—Eh, sí, una habitación, por favor —pedí algo nervioso.

Ahora mi cabeza dolía y no entendía porqué. No me agradaba la sensación de estar solo en ese lugar, y aunque era estúpido pensarlo puesto a que estuve quedándome un poco más de un mes en una casa llena de delincuentes, no podía calmarme.

Tienes dieciocho años, Chalamet, ¿por qué te pones así?

—De acuerdo —alargó el hombre delgado de raza afroamericana—. ¿Cuántas noches? —preguntó mientras tecleaba en el monitor en frente de él.

Mi pierna empezó a temblar. ¿Cuántas noches, cuántas, cuántas?

»¿Señor? —habló con un tono algo preocupado al verme temblar.

¿Qué demonios hago aquí? Debería estar en mi casa, con Pauline, con mamá. Debería estar en mi habitación, esperando a que fuera la mañana siguiente para ver a Michael, mi mejor amigo, para olvidarme de lo que sucedía en mi casa...

La voz en mi mente sonaba más joven y asustada. ¿Por qué estaba asustado?

¡No tienes once! ¡Tienes dieciocho!

—Dieciocho —temblé. Creo que algo malo me estaba pasando.

—¿Dieciocho? Son muchas noches, ¿va a pagar con efectivo o tarjeta? —preguntó el hombre extrañado a mi actitud.

Mamá debe estar preocupada a muerte, igual que Pau. Dios, Grace debe estar devastada. ¡No expliqué nada a nadie! Pero en cambio le digo todo a una extraña de ojos celestes. ¿Qué me pasa?

ɴᴏ ᴊᴜᴇɢᴜᴇꜱ ᴄᴏɴᴍɪɢᴏ, ᴛ | Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora