39. sonrisa de cumpleaños

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Para cualquier persona de mi edad, procesar el hecho de estar viviendo lo que yo, sería traumante y deprimente. Por alguna razón, yo ya lo estaba tanto, que darme cuenta de todo y aceptar lo ocurrido fue más fácil de lo que pensé.

También debo reconocer que, sino fuese por todo el apoyo que estaba obteniendo de mi familia y amigos, probablemente jamás lo hubiese logrado sola. Y cuando hablo de lograr, me refiero a reconocer mi pasado, a valorar mi presente y respetar mi futuro, o eso es lo que estaba empezando a aprender. Sin embargo, aún había algo que no lograba cerrar, y me molestaba aún no saber si quiera cuál era la pregunta a la respuesta de ese vacío.

Pero me encontraba bien, después de todo. No era mi máximo, pero tampoco podía esperar recuperarme y salir del hospital psiquiátrico con una sonrisa de oreja a oreja. Más bien, me sentía esperanzada y tranquila. Me sentí, por fin, después de dar ese paso fuera del hospital, libre de todo lo que me mantuvo en las sombras. Sabía que tenía un futuro en frente mío, y contaba con la idea de que eso y todos a mi alrededor serían el último impulso a salir de ese agujero infernal creado por mí.

Gratificada también era otra palabra clave, mientras mamá me sostenía de un brazo y yo, con mi otro brazo, sostenía una bolsa con mis cosas y medicamentos. Estaba agradecida de contar con ese apoyo. Una chispa de electricidad mezclada con la brisa del atardecer despertaron una curiosa sensación en mi cuerpo y mente. Estaba afuera de mi pasado y empezaba a darme cuenta de esos precisos momentos del presente. Me sentía por fin en control de mi túnel del tiempo.

Y eso me hizo pensar en algo más, cuando mis ojos captaron el auto de Timothée esperando por mi madre y por mí. Relacioné cada instante en el que me había sentido viva al instante, y mi sonrisa tembló al recordar esos días de adrenalina y emociones junto a él; junto a T.

Por muy confusa que aún estuviera por la plática de hace una semana, en la que volví a ver al chico que tanto me gustaba, no podía negar que su llegada me había hecho el favor de despertar del trance. Había obtenido lo que tanto había estado extrañando, y era todo su ser. Vale, se escuchará cursi y lo que sea, pero esas llamadas suyas los últimos días en el hospital me hicieron mantener esa sonrisa que hace mucho tiempo no portaba. Habíamos hablado de tonterías y él no dejaba de decir lo emocionado que estaba de volver a verme. ¿Cómo no iba a sentirme mal, después de todo eso que me dijo y luego repitiéndome lo mucho que me quería?

—¿Estás molesta con él? —preguntó Fiona, mi psicóloga y psiquiatra en la última sesión del sábado.

—No... bueno, quisiera, por confundirme de esa manera. Pero me hizo tan feliz verlo de nuevo —sonreí para mi misma después de contestar. Vi que Fiona me miraba con ternura.

—Veo entonces a lo que se refiere —comentó, bajando su mirada a la libreta en la que anotaba.

—¿A qué? —quise saber, pues aclarar todas esas dudas era lo único que me interesaba en el momento.

—Pues, analizando tu comportamiento ahora, y antes, noto que, cuando encontraste algo que podía sacarte de tus más terribles pensamientos, lo tomaste como un ancla y decidiste hacer depender tus emociones a él —habló seria, dejando se anotar para volver a verme.

Sus palabras me sonaban parecidas a unas que ya había escuchado, pero esta vez entraban a mi cerebro con más claridad.

—¿Cómo no me di cuenta de eso? —murmuré algo avergonzada.

—Enamorarse puede traer muchas cosas buenas, Grace, pero también tiene su lado malo. Uno tiene que saber muy bien lo que quiere y como se siente para iniciar una relación sana. Y con sana, no me refiero a perfecta. Con sana hablo a independiente, que por mucho amor que haya, el amor hacia uno mismo tampoco sea olvidado. ¿Entiendes? —habló con su usual voz calmada. La miré, sintiendo mis ojos temblar al reconocer que quizás era así.

ɴᴏ ᴊᴜᴇɢᴜᴇꜱ ᴄᴏɴᴍɪɢᴏ, ᴛ | Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora