41. epílogo

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Tres años después...


Miré el reloj de mi celular y bufé. Iba a llegar tarde por su culpa. Mi pie daba pisotones rítmicos mientras apoyaba mi espalda en el auto. Llevaba ya diez minutos esperando a que llegara, habíamos quedado en vernos en el estacionamiento del campus; esperaba a que me condujera por mí.

Maldita sea Kara, ¿dónde estás?

—¡Graaace! ¡Grace! —reconocí la voz que gritaba agitada a mis espaldas. Giré y me encontré a Kara, quien parecía estar exhausta de tanto correr.

—¿Dónde estabas? ¡Voy ya bastante tarde! —le reclame, caminando hacia ella para cambiar de lugar al de copiloto.

—Lo siento. Tuviste que elegir justo el día en el que tengo turno en la mañana —protestó, abriendo la puerta de copiloto, no sin antes sacar de su bolsillo una paleta de cereza, de esas que siempre llevaba con ella.

—Yo no puedo elegir el exacto día del vuelo, tonta —dije, entrando en el auto después de ella—. Pero da igual. Gracias por esto.

—Sabes que no me molesta. Somos amigas, guapa —me guiñó el ojo y yo los rodé.

—Vamos, vamos.

Kara y yo teníamos una divertida relación de amistad desde que empezamos la Universidad en Columbia. Recuerdo haberme sorprendido bastante al verla ahí, no esperaba que ella hubiese decidido tomar un mejor camino y enfocarse en ella misma, pero me agradó mucho. Empezamos a ser amigas y a conocer gente nueva. No era exactamente un reemplazo de Alex, pero ocupaba demasiado de mi tiempo al ser mi compañera de habitación como para que extrañara a mi mejor amiga.

—¿De verdad vas a ir tu sola? —me preguntó Kara durante el camino. Mi vista estaba algo perdida, hundida en pensamientos que de vez en cuando recurrían mi mente.

—Quería que vinieran Alex y Mike, pero mi mejor amiga justo está en temporada de proyectos y el de pelo verde tiene partidos —le expliqué.

—El chico se tiñe el pelo a cada rato —se rió—. Elegiste la peor temporada para ir, entonces.

—Estuve ahorrando para comprar el boleto y lo sabes. Era ahora o nunca. Me perdería el estreno —me defendí, sintiendo la emoción en mi cuerpo.

—Cierto —Kara giró a verme en un alto—. Todavía no entiendo porqué no ha venido. Han pasado tres años y siempre dice que va a venir, y yo esperando a verlo de nuevo y ni eso. A la próxima me llevas también, G.

—Ha querido venir, lo sé. Y yo tampoco quiero viajar sola, pero a penas y me alcanzó. Mamá me ayudó con el boleto y el dinero para el hotel. Además tengo que aprovechar para hacer el proyecto del próximo mes ya que voy a estar allá —dije, perdiendo la mirada en mis atareados pensamientos.

—Ya, ya. La niña prodigio, está bien. Aunque me alegra. El profesor de verdad tiene muchas esperanzas en ti por lo que me has contado. Tal vez y conoces alguien allá quien te haga un contrato con una editorial —dijo convencida, arrancando el auto de nuevo. Reí nerviosa por lo que dijo.

—Pff, qué dices. Solo voy a estar un par de semanas. Ni siquiera se hablar bien el idioma aún —dije sonrojada. ¿De verdad Kara pensaba que podría conseguir a alguien que quisiera impulsar mi sueño?

—Eres lo suficientemente inteligente como para aprovechar la oportunidad. No vayas a distraerte solo con él —escuché lo que decía y asentí pero realmente pensaba:

¿Como no voy a distraerme? Iba a poder verlo... después de tanto...

—Ya estamos acá. ¿Quieres que te acompañe adentro? —preguntó Kara, deteniéndose en la parada de autos frente al aeropuerto.

ɴᴏ ᴊᴜᴇɢᴜᴇꜱ ᴄᴏɴᴍɪɢᴏ, ᴛ | Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora