6. casa del árbol

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Esto estaba muy mal. Muy muy muy mal.

Probablemente moriría ese día y todo por ser tan idiota y creerle al chico que conducía a mi lado.

Pero no me quejé. Permanecí callada y muy pendiente del camino. Chalamet había puesto música en algún momento durante el camino. The Neighbourhood sonaba en la radio de su Audi.

Lo miré varias veces. Estaba tranquilo. Siempre parecía saber lo que hacía y eso me daba rabia. ¿Acaso no tenía ni una pisca de modestia? No le haría nada mal...

—¿Ya me vas a decir a dónde vamos? —le pregunté por fin después de todo un largo rato de silencio. Él no me miró.

—Ya te dije que no te voy a matar, García.

Rodé los ojos.

—Eso lo sé. De todas maneras sé defenderme —comenté y él me miró alzando una ceja.

—Claro... —musitó sarcástico.

—¡Es en serio! Te sorprenderías al ver mis movimientos de karate. Soy cinta café —me defendí. Él volvió a reír—. Pero, de verdad, ¿adónde vamos, Chalamet?

—No tiene sentido que te lo diga —murmuró. Lo miré desconcertada.

—¿Por qué?

—Porque ya llegamos.

Giré mi cabeza para darme cuenta de que estabamos en una parte muy extraña de Nueva York. Parecía un lugar lleno de casas abandonadas o algo por el estilo, pero en frente de mí podía ver una casa del árbol bastante llamativa y grande. Volví a girar mi cabeza para encontrarme con Timothée apagando el auto.

—¿Es... aquí?

—¿Tú que crees?

Bajé del auto después de que él lo hizo. Mi mirada atrapó con detalle el escenario en frente nuestro. En realidad todo parecía ser sacado de una película de terror.

Aunque no quería, empecé a seguir al rizado. Él caminaba a paso decidido hasta una puerta de madera bastante vieja y rodeada de hierba y flores por doquier. Si fuera más pequeña, diría que nos adentrabamos a la casa de una bruja.

—¿Esto es seguro? —le pregunté atravesando la puerta y tratando de esquivar las plantas a mis pies.

—Vengo muy seguido. Es seguro —comentó acelerando el paso.

En un momento a otro pasamos la pequeña jungla de enredaderas y flores hogareñas para llegar a un bello y descuidado patio, pero con descuidado me refiero a que las plantas brotaban de maneras increíbles y rebeldes, llevando y rodeando cualquier objeto a su paso. Había una mesa rodeada de sillas de madera que ahora parecían formar parte de aquella naturaleza. En realidad me encantaba ese lugar. Por fuera era terrorífico, pero por dentro, parecía un paraíso.

Pero mi impresión se la llevó por completo el gran árbol que ocupaba esplendorosamente el centro de aquel jardín. Y arriba, la casa del árbol que había visualizado a penas habíamos llegado.

—¿Te gusta? —preguntó el chico que posaba una mano sobre la escalera que llevaba hasta la casita.

Asentí efusivamente porque las palabras no las hallé. Timothée hizo un gesto con la cabeza para indicar que lo siguiera. Me invitó a subir primero y aún atónita, decidí hacerle caso.

Una vez arriba, parecía estar en el lugar de sueños de cualquier niño de doce años. El suelo de madera estaba alfombrado con cobijas de diseños divertidos e infantiles. En las paredes habían posters de grupos reconocidos de música jazz, blues, rock alternativo e incluso rap del bueno. Luces pequeñas rodeaban todas las paredes y le daban un aspecto acogedor. También había una guitarra acústica y un mini refri.

ɴᴏ ᴊᴜᴇɢᴜᴇꜱ ᴄᴏɴᴍɪɢᴏ, ᴛ | Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora