26. interrupciones

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No estaba segura que hora era cuando escuché la puerta principal ser abierta y, segundos después, ser azotada con fuerza.

Mis pies estaban fríos bajo mis delgadas sábanas, mientras me acurrucada tratando de dormir. El ruido desde abajo dejó todo mi cuerpo a la misma temperatura que mis pies. Supuse que era mamá, quien acababa de llegar y estaba demasiado cansada para cerrar la puerta con delicadeza.

Me quedé callada y aguanté mi respiración, tratando de hacer claros los sonidos de movimiento en las escaleras. Empecé a sentirme nerviosa al escuchar pasos tan pesados, como si se tratara de alguien tan grande que el caminar le fuera difícil. Estaba empezando a asustarme, como si fuera una niña de ocho años imaginando a un inmenso monstruo esperando a atacar en cualquier momento.

Decidí relajarme y respirar profundo. Me calmé cuando escuché la puerta del cuarto de mi madre ser abierta con pereza. Debía ser ella, pues no había llegado antes.

Como no podía resistir a quedarme con la duda, saqué mi cuerpo tembloroso fuera de las sábanas y bajé mis pies al suelo. Caminé en silencio hasta la puerta y salí al pasillo. Estaba muy oscuro para poder distinguir cualquier cosa, sin embargo estaba segura de que ya no había nadie rondando por el pasillo.

Recorrí el no-demasiado largo pasillo hasta llegar a la puerta que correspondía al cuarto de mi madre. Estaba entreabierta, sólo dejando ver un trazo de luz de luna gracias a la ventana abierta que apenas iluminaba la habitación.

Di un suave empujon para abrirla por completo. Hasta ese momento no me había dado cuenta que había estado aguantando la respiración, procurando mantener el silencio sepulcral. Gracias a esa privación de ruido, alcancé a escuchar sollozos provenientes de la silueta oscura que reposaba en la cama de mi madre.

—¿Mamá? —gemí bajo la oscuridad, esperando a que fuera la dulce voz de mi madre quien ne respondiera.

El cuerpo de mi madre se giró para verme, pero no dijo nada, su respiración cesó, al igual como había estado haciendo la mía.

Mis piernas decidieron acercarse hasta la cama. Titubeé un poco en decidirme si entrar en la cama con ella o no, pero al ver que no ponía objeción y sólo miraba con sus oscuros ojos mis lentos movimientos, me senté junto a ella en la suavidad de sus sábanas.

A penas estuve a un lado de mi madre, ella me abrazó de inmediato, formando un cálido gesto de cariño entre las dos, el cual incluso a mí me reconfortó de mis pesares y dudas sobre aquella tarde con el chico rizoso.

Los brazos de mi madre me proporcionaban una calma de la cual había estado ausente por tanto tiempo. Sus sollozos de calmaron y fueron intercambiados por besos en mi coronilla, caricias en mis brazos desnudos y suspiros tranquilos.

—¿Está todo bien, mami? —le le pregunté en un tranquilo susurro.

Volvió a dejar un beso en mi cabeza.

—Sí, mi amor... es sólo que... a veces extraño a tú papá...

Abrí mis ojos pesadamente, los cuales se habían quedado cerrados gracias a la tramquilidad de esa noche, y miré la ventana abierta, por donde el aire se colaba sin pena por el cuarto y le hacía compañía a la tenue luz de la Luna.

Suspiré y abracé más a mamá, sintiendo el clásico dolor que causaba en ambas el recuerdo de su nombre.

—Yo también, mamá... yo también.

La semana había pasado tan rápido, que cuando desperté en la cama de mi madre y me dí cuenta de que eran las nueve de la mañana del sábado, tuve que confirmalo dos veces para estar segura.

ɴᴏ ᴊᴜᴇɢᴜᴇꜱ ᴄᴏɴᴍɪɢᴏ, ᴛ | Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora