-La penumbra nunca es buena.

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  • Dedicado a Scarlet Abadeer
                                    

“No recordaba cómo es que acabo allí y de esa forma. Estaba arrinconada, abrazando sus piernas y completamente repleta de sangre, de hecho, todo el cuarto lo estaba.

No sabía en qué momento lo había hecho, simplemente no se acordaba en qué momento ella hizo tal cosa, solo lo miraba desde su posición, a ese cuerpo sin vida a unos metros de ella… descuartizado. Eso sin duda era un insulto a su ser, matar sin razón, eso no era bien visto de alguien como ella.

La puerta se abrió de golpe.”

Caminaba solo por la calle, era de noche, muy tarde y lo sabía. Recién salía del restaurante de su familia, de aquella de la cual se independizo desde el momento en el que su papá se fue.

Era normal que aquel joven se paseara por las calles de la ciudad de Mérida, después de todo, había renunciado a una vida llena de lujos y de una implacable educación que le ofrecían en bandeja de plata, una oportunidad que cualquiera no dudaría en tomar. El sí. Desde muy pequeño supo que el dinero no lo era todo, pero aún con todos sus intentos de escaparse de su realidad, siempre seguiría siendo el heredero de la familia Rosenforth.

Aquella noche fue distinta, y por mucho, el ambiente estaba demasiado tenso. Esta vez decidió darse una vuelta por la cuidad, principalmente la plaza y sin saber cómo, termino en medio de un callejón maloliente y sucio.

Los drogadictos y alcohólicos no se hicieron esperar, siempre parados en alguna esquina, buscando robar dinero para pagar sus vicios.

Empezó a andar más rápido, buscando una salida de aquel laberinto… Hasta que la vio.

Tirada en medio de las bolsas nauseabundas de basura, cubierta por una túnica color café larga hecha de tela, sencilla y al parecer muy antiguas tanto su aspecto como su forma, su cabello negro azulado, lacio, esparcido por todo el lugar y su piel… Tan blanca como la nieve y parte de esta, con gotitas de sangre. Seguramente no tendría más de 17.

Su primera reacción fue de sorpresa y luego de miedo. Con mucho cuidado la movió y observo su fino rostro como el de una muñeca de porcelana, bella, frágil y con manchas de sangre.

Estaba por tomarla entre sus brazos y llevársela a un hospital, pero ella se movió con quejidos lastimeros. Entonces abrió los ojos, de un hermoso azul transparente.

-No te preocupes, no te aré daño, solo quiero llevarte a un hospital-Dijo el joven tratando de levantarla.

Ella lo miro por un segundo, algo en aquellos ojos frente a los suyos hizo perderse en ellos, aturdida se escapó de entre sus brazos, miro por todos lados y empezó a correr hacia al lado contrario de donde él venía. No le importaba las miradas morbosas de los vagabundos, solo quería alejarse.

El joven la siguió, con la preocupación de que saliese lastimada. Atravesaban un callejón con poca luz, cuando ella tropezó con algo viscoso en el suelo. Entonces eso en el suelo tomo forma y la tomó por el pie, jalándola hacía la obscuridad.

El muchacho cayó de espaldas y se pegó a la pared fijando su vista en la nada que la poca luz otorgaba. Se escucho un gruñido y después la muchacha saltó hacía arriba, varios metros del suelo, hasta alcanzar el tejado de una casa.

La cosa entre las sombras salió, un horripilante adefesio en verdad. Era una especie de animal de forma humanoide viscoso, como si su piel fuese hecha de líquido. Esa cosa salto persiguiendo a la muchacha por los techos. El joven no se quedo atrás y empezó a correr por el callejón, tratando de dar con aquellos 2, pero no los veía por ningún lado, hasta que se encontró así mismo en un patio de vecindad, en muy mal estado. Estaba cien por ciento seguros que nadie viviría allí.

El amo y la bruja.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora