-El misterio de sus ojos.

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“-¿por qué lo hiciste?

-Yo no lo hice.

-El cuchillo esta en tus manos.

Ella miro con horror aquel pedazo de metal y lo arrojo al suelo.

-¡Mientes!

“No, tu mientes… nosotras lo matamos” 

“Tal vez no fue tan buena idea”-Pensó.

Estaba ella en un edificio abandonado, escondida entre las sombras y ocultándose de la luz del sol. No era porque le temiera, ni porque le fuese a hacer algún daño, si no de no estar a la vista de posibles ataques.

Ya habían pasado días desde que abandono ese lugar y no dejaba de pensar en el muchacho. En más de una ocasión pensó en ir a verlo, pero su parte racional ganaba y terminaba tirada en lugares como ese.

Sus heridas por alguna extraña razón ya no estaban, más que unas nuevas que se había ganado al ser recientemente descubierta. Su mente ahora era el de una niña indefensa en medio de una tormenta, que no sabía en qué momento se había metido en un lio que no lograba entender.

“Ya va siendo hora de conseguirme ropa”-Pensó al mirar su cuerpo bajo la túnica.

Pero desistió al instante. No tenía como comprarlas y no estaba en una buena condición como para salir, tomar prestado unas y regresar sin que más de esas cosas o incluso otras vengan por ella.

Hizo una mueca.

“No tienen que estar persiguiéndome”-Se dijo a sí misma.

Y se recostó de nuevo… La noche sería muy larga.

-¡Dylan!-Gritó una mujer de 40 años, tras un mostrador.

-Ya voy-Contestó.

Y salió aquel joven pelinegro, con un elegante traje sin corbata.

-Bienvenidos al Restaurante Viillafarsh-sonrió-Yo Los guiare si me lo permiten.

-Muchas gracias joven-Dijo cordialmente un señor de aproximadamente 50 años, quien traía del  brazo a su mujer.

Un trabajo.

Eso le ofreció como mínimo su madre y un departamento, al menos para estar segura de que su primogénito estuviera bien. Con eso el remordimiento de haber abandonado a su hijo en años de infancia, fue menor. O a menos para ella.

-¿Cocinaras tu?-Le 'preguntó la mujer tras el mostrador.

-Claro que si, madre.-Contestó, alegre y cordialmente.

Los días fueron igual que monótonos que siempre, desde que ella apareció así como si nada, su forma de ver las cosas cambio… Y mucho.

Ya estaba más alerta en las noches, por ningún motivo quería volver a encontrarse con una de esas cosas, aun que siendo sincero, si ella apareciese otra vez en una situación igual, por el mejor.

Dejaba abierta la ventana de su casa, con la esperanza de que ella estuviera al regresar, pero su suerte no le sonreía. La primera impresión que tuvo de ella nunca cambio, aun después de todo los que paso y como desapareció en la mañana. No le tenía miedo a quien sabe porque.

Salió tan tarde como  siempre, ahora solo quería llegar a casa después de una larga jornada. Dormir necesitaba sin duda.

Aún le dolía el brazo, pero era lo de menos.

Se quitó el saco y lo colgó sobre sus hombros, se desabotonó algunos botones de la camisa blanca y miró hacia arriba, sin esperar nada en realidad. Y la vio saltar de un edificio a otro.

Sin perder tiempo la siguió, hasta dar con ella en una construcción. Se notaba sumamente cansada y agitada, lo miro a ver como si su presencia la hubiese notado al instante en que puso un pie dentro del terreno.

-Vete-Dijo jadeante.

-Déjame ayudarte-Contestó sin medir palabras.

La chica estaba a punto de hablar cuando algo se abalanzo contra su cuerpo y la golpeo contra el muro de hierro de la construcción.

-Na tsiryerhi dek izkephiz-Gruño un extraño ser de forma humana, con deformidades en los brazos que parecían como cuchillas de huesos saliendo del costado de cada una de sus extremidades y sus ojos, totalmente negros.

Ella no respondió, en cambio, se le abalanzo y con un tubo de hierro que encontró en el suelo, le golpeo la cabeza.

-Virheniz-Dijo ella neutral.

No dio tregua alguna y golpeo con una de sus extremidades a la muchacha, en su pierna precisamente. Y como si no sintiera dolor, le sujeto por el cuello balbuceando cosas inentendibles para después una raíz con destellos azules salir del suelo y atravesar a su adversario.

El ser empezaba a retorcerse, los destellos azules se apegaban a su cuerpo causándole un gran dolor, mientras, ella apartaba sus manos y con una pose llena de orgullo se plantaba frente a él, sus ojos brillaban tenuemente, pero de manera que el ser pudo captar el mensaje.

-Vaeavirhi-Dijo desapareciendo entre la obscuridad.

Dylan, quien en su momento no dijo nada. Se acerco temeroso a la muchacha. Ella se echó para atrás, todavía estaba a la defensiva, como si el fuese su enemigo.

-N-no at-t-ta-ques-Dijo nervioso.

-Largo-Dijo tranquila.

-Solo, solo te quiero ayudar.

-Nunca necesitare de ti.

Y sus ojos se opacaron al instante. Se sentó al suelo como una niña. Una extraña mirada se mostraba en sus ojos, muy diferente a la mirada que anteriormente mostró, no se podría explicar de qué tipo.

Ella se levanto del suelo y se fue acercando lentamente, aún tenía solamente la túnica cubriéndole. Cuando lo abrazó, el susto hizo que Dylan cayera de espaldas.

-Tú serás mi amo-Dijo con dulzura.

Y Su visión se volvió nublosa, hasta que al fin se sumió en el mundo de los sueños.

-Felicidades-Escucho la joven a sus espaldas.

Ella lo miro.

-No crees que todo esto fue…. ¿muy innecesario?-Dijo nuevamente esa voz grave-Yo podría ser tu amo.

Ella le miro de manera sombría, dándose a entender que no pensaba igual.

-No puedes escapar por siempre.

-Lo mismo me dijo Deré hace unos días-Al fin habló.

-No lo podrás proteger siempre… de lo que el menos espera…

Y allí fue cuando esa sombra desapareció.

Ella lo miró de nuevo, con el semblante duro. Ella sabía a lo que se refería esa voz. Los destellos de luz empezaron a desprenderse de su propio cuerpo, cubriendo al joven a su lado y entre sus brazos lo tomó, para desaparecer en la obscuridad de la noche.

Lo dejó tendido en su cama, ella no estaría al amanecer, sin duda sería lo mejor, pero su trato fue hecho, un sello aparecía en la piel bronceada del muchacho. Extraños dibujos empezaban a marcarse, formando un círculo con ellos.

Un beso le dio en la frente.

Los destellos de luz se apoderaron de su cuerpo, formando mariposas que salían por la ventana.

-Tú aras que vuelva a ser como debo ser

“-Lo más peligroso no es quien lo porta en apariencia, sino de quien lo oculta y tras sus ojos se encuentra la verdad-”

El amo y la bruja.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora