-La maldición de las hermanas. Parte 1

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Era hermosa, de delicada figura. Tenía el cabello lacio y azul fuerte amarrado en una coleta, dejando pequeños mechones sobre su fino rostro, con los ojos azules transparentes y la piel muy clara. Vestía únicamente un top blanco con un solo tirante en el lado derecho, un pequeño short en color negro y un chaleco negro de tela. La chica estaba parada sobre el agradable pasto, contemplando las flores del techo pedroso que daba luz al lugar.

Oyó el sonido de varias ramas rompiéndose a sus espaldas, fijó su vista por encima de su hombro y vio a un hombre, un muchacho mejor dicho. Con el cabello violeta al igual que sus ojos penetrantes que de cierta forma le incomodaban el tener su mirada fija en ella.

-Disculpe mi atrevimiento señorita-Le sonrió tiernamente-No pensé que hubiese alguien en este lugar.

-No importa-Contestó con voz tranquila-Me retiro.

Empezó a dar pasos hacia su ida cuando el muchacho avanzo hacia ella.

-No, espera-Ella lo miro-No quise interrumpirla, ¿no le importaría si la acompaño?

La misma joven, subía la pared empedrada de algún lugar con una tímida sonrisa surcando su rostro. En cuanto llegó a una ventana, entro rápidamente por esta, todo estaba en penumbras, las flores que iluminaban su cielo no alcanzaban a filtrarse por las ventanas del hogar. Caminaba con sigilo entre los pasillos, sin dirección aparente.

-¿Salió, señorita?-Escucho una linda voz a sus espaldas.

Lentamente la niña se volteó, borrando esa tímida sonrisa de su rostro. Una mujer de 40 años la miraba tiernamente con aquellos ojos dorados y con una sonrisa cálida.

-Sera mejor cambiarse, su madre la podría ver así y no le agradaría mucho-Empezó a caminar hacia la muchacha.

La mujer extendió su mano y de esta se formo una pequeña bola de luz que alcanzaba a iluminar gran parte de su camino. Entraron a la última habitación del ala oeste, con extremo cuidado de hacer cualquier ruido posible.

Leves destellos entraban por la ventana, despertando a la joven de cabellos azules que recién empezaba a incorporarse. Al pie de su cama había una elegante vestimenta, un  vestido que parecía rasgado, en colores blanco y dorado que no dudo en poner y no se detuvo a contemplar. Bajo hasta la planta baja, recorriendo los grandes corredores ahora iluminados por la luz de las velas. El interior era blanco y colores pastel, una inmensa alfombra en dorado se extendía por sus suelos y las paredes decoradas con cuadros de pinturas hermosas.

Con desgana llegó a la planta baja y entro al inmenso comedor donde una mujer de cabellos blancos y mirada azulada con una pequeña de un parecido similar a la chica ya se encontraban ingiriendo sus alimentos.

-Eris ¿Nuevamente te desvelaste?-Pregunto seria mente la mujer.

-No volverá a pasar madre-Se sentó al frente de su hermana.

Podrían ser hermanas, cuando en realidad lo único parecido que tendrían era el hermoso cabello azul y sus ojos transparentes que de su padre habían heredado, sus facciones no eran tan similares por lo que se podía distinguir la diferencia entre ambas.

-Princesa, aquí le traigo su desayuno-Le dijo alegremente la misma señora de ayer, entrando al comedor con una bandeja de plata con el desayuno de quien momentos antes había entrado.

-Pequeña, sabes que no puedes salir así como así-Cambió el semblante su madre a uno más maternal.

-No salí madre-Replico la niña con respeto.

-¿Y por que te ví en el pasillo tan tarde?

Todos posaron su vista en la joven que acababa de hablar.

El amo y la bruja.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora