America y Maxon han dado el primer paso para realizar el gran cambio en toda Illea. Sin embargo, secretos peligrosos y dolorosos siguen escondidos amenazando con hacer daño al reinado de ambos.
No todo será fácil. Tendrán que plantarle cara a nuevas...
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America
Un mes después...
La vida en palacio se hizo monótona. Por las mañanas pasaba el día trabajando en mi oficina o en el salón de mujeres acompañada de la reina madre, de Marlee y, por su puesto, del encantador de Kile. Por las tardes, solía continuar con mi trabajo o, a veces, atendía alguna visita prevista. En ocasiones, acompañaba a Amberly a sus consultas o, cuando el trabajo escaseaba, descansaba en mi habitación.
Celeste me visitaba con frecuencia. A veces, llegaba a pensar que esta era su casa pues ella no avisaba de sus llegadas con anticipación.
Mi familia solía visitarme con costumbre, pero el último mes, estas visitas menguaron con notoriedad. Mamá no podía abandonar su nueva casa dejando sola a Brice y era obvio que no podía venir con Brice al palacio.
Pero hoy era diferente.
Mamá había conseguido que James y Kenna lograsen hacerse cargo de Brice mientras ella y mis hermanos menores me visitaban y se quedaban por unos días.
Estaba entusiasmada. Había mandado a preparar bocadillos especiales e incluso adelanté gran parte de mi trabajo para disfrutar de mi tiempo con mi familia. La reina Amberly también estaba feliz por la visita de mi familia. Le encantaba charlar con mi hermana o jugar con Gerard. Los niños alegraban su alma y le ayudaban a sobrellevar su tristeza y soledad.
Mientras esperaba a que mi familia llegase, empecé a hojear un proyecto del cual Maxon me había pedido mi opinión. Era sobre Nueva Asia y la guerra que teníamos con ellos.
Una doncella entró a la sala de mujeres y me avisó de que el vehículo de mi madre ya había ingresado a las instalaciones del palacio. Sonreí de felicidad. Dejé el archivo a un lado, me puse de pie en un brinco y me dirigí a la entrada del palacio seguida por la reina Amberly.
Cuando llegué a la entrada, quedé petrificada. Mi madre no estaba sola. ¡Ella estaba acompañada de mis hermanos y de Brice!
Me apresuré y corrí a su encuentro.
—¡Mamá! —chillé.
—¡Hija mía! —me saludó.
—¡Ames! —gritaron mis hermanos.
Después de lo saludos reglamentarios, me acerqué a mi madre y le pregunté.
—Mamá, ¿por qué trajiste a Brice? Pensé que Kenna y James cuidarían de ella—susurré.
—¿No te lo comenté? Pensé que te lo había dicho—. Hizo un ademán restándole importancia—Astra está enferma. James y tu hermana están como locos. Así que han decidido llevarla al pediatra. Yo les he dicho que solo es un resfriado, pero ellos creen que se puede morir. Típico de padres primerizos—la miré con incredulidad—Tú también cariño experimentarás lo mismo—dijo y posteriormente, me guiño—. Oh, ¡Amberly!
