America y Maxon han dado el primer paso para realizar el gran cambio en toda Illea. Sin embargo, secretos peligrosos y dolorosos siguen escondidos amenazando con hacer daño al reinado de ambos.
No todo será fácil. Tendrán que plantarle cara a nuevas...
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America
La atmósfera de la fiesta era agradable. A cada dirección en que me desplazaba recibía felicitaciones e inclinaciones de cabeza. Empezaba a sentir el peso de la corona sobre mí. Por la mañana, había despertado siendo solo la princesa consorte de Maxon; sin embargo, ahora, era la reina de Illea.
El miedo a equivocarme y meter la pata seguía presente en mi mente. Ser reina era una responsabilidad que nunca había deseado. Los vestidos, las fiestas y las joyas solo eran una bella cara de lo que significaba pertenecer a la realeza.
Muchos creían que se trataba de una bendición y, en cierta forma, lo era, pero aquella ventaja estaba enlazada con una responsabilidad demasiado grande. La vida de toda una nación estaba sobre mis manos. Cualquier decisión que tomases, buena o mala, cambiaría la vida de miles de familias para siempre.
Aquella presión era estresante, pero solo me basta ver el rostro de Maxon o recordar su voz para saber que todo valía la pena. Antes de ser reina, era la esposa de Maxon Schreave.
Mantuve mi frente en alto y recibí con una sonrisa los halagos y bendiciones de mis invitados. Traté de buscar con la mirada a mi esposo o aún rostro conocido. Sabía que mi familia estaba presente. Amberly había encontrado en mi madre una amiga.
Se había retirado a un espacio más privado en el cual hablar. Agradecía aquello. Después de los acontecimientos relacionados con el padre de Maxon, el semblante de la reina se había mostrado algo decaído. Verla sonreír era algo positivo.
Seguí avanzando y me encontré con Celeste quien sostenía una copa de alguna bebida. Se acercó a mí y compartimos una sonrisa cómplice.
—Así que... ¿debería de inclinarme hacía usted "majestad"? —preguntó con un tono jocoso y juguetón.
Sonreí.
Quise reírme a carcajadas, pero debía de guarda la compostura. Las cámaras estaban atentas a cada paso que daba.
—Sí y no te olvides de agregar "su excelencia" antes de mi nombre—me sumé a su broma.
—Vaya que exigente es usted—comentó antes de darle un sorbo a su copa—Dime, cómo te va con el título. ¿Cómo lo estás llevando?
Apreté mis manos.
—Es complicado—suspiré—Maxon y yo tenemos muchos planes para mejorar la vida del pueblo. Pero, eso llevará algo de tiempo y de arduo trabajo.
Ella asintió absorbiendo cada palabra que soltaba.
—Ya me imagino. ¡Fue una bomba la noticia la que soltó en su discurso de coronación! —sonrió pícaramente.
Las comisuras de mis labios se alzaron. Maxon había decidido anunciar el inicio de su ambicioso proyecto: la eliminación de las castas.
—Fue idea de él. Pensó que sería una buena forma de comenzar nuestro reinado. Además, el factor sorpresa no puede dejarse de lado—le guiñe el ojo.
