Capítulo 4

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America

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America

—...y esa es la diferencia entre una pato anade real macho y uno hembra—terminó de explicarme Myriam, la esposa del alcalde.

Le dediqué una sonrisa de agradecimiento por su "interesante" exposición y la pasión que le puso a ella.

Acerqué la tasa a mis labios y le di un sorbo. Me pregunté a mí misma ¿Cuánto más tardaría Maxon en conversar con el alcalde? No estaba en nuestros planes pasar más tiempo de lo acordado en este lugar. Sin embargo, Maxon había insistido en querer hablar con el gobernador de la provincia.

Levanté la mirada hacia Myriam. Era una mujer muy bella y de buenos modales. Según las notas que Silvia me hizo memorizar, Myriam tenía unos 35 años y era ocho años más joven que su esposo.

Ella era una fanática de los patos. Su padre era un profesor en una universidad prestigiosa de Angeles. Ella se había enamorado desde pequeña de las investigaciones de su padre.

—¿Más té? —preguntó. Estaba a punto de aceptar cuando escuché la voz de Maxon más cerca.

—Gracias, Harrison. Estaremos en contacto—ambos hombres compartieron un apretón de manos—Oh, cariño, ¿estás lista para irnos? —me preguntó con una sonrisa.

Me limité a alzar una ceja, pero por dentro quería gritarle.

—Sí, claro.

Salimos de la residencia y nos dirigimos a la limosina que nos trasladaría hasta la plaza principal de Angeles.

—¿Por qué te demoraste tanto tiempo conversando con el alcalde en su despacho? —le pregunté a mi esposo cuando estuvimos a solas en la limosina.

—¿Me demoré mucho? —me preguntó con curiosidad. Yo asentí—Perdón, America. Le pedí a Harrison un informe sobre el pago de impuestos según el tipo de castas. Quiero analizar la situación financiera del país.

Asentí.

—Tiene sentido. Si queremos crear leyes, estas deben adecuarse a la realidad del reino.

—Exacto—concordó—. Hay otra cosa más—dio una mirada rápida al conductor del vehículo—Te lo contaré más adelante.

Lo miré con curiosidad.

—¿Debería preocuparme? —inquirí.

—No—fue su respuesta.

—Está bien. Confío en ti—respondí con honestidad.

Sin aviso alguno, Maxon me besó.

—¿A qué se debió eso? —inquirí sorprendida.

Él se encogió de hombros.

—Te amo—soltó. Me ruboricé.

—Yo también te amo, Maxon.429

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♔ EL REINADO ♔ ( America Y Maxon ) - Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora