UN BAÑO HÚMEDO
Empezaré el gimnasio.
Si, así como lo leen.
No fue decisión mía —por supuesto que no lo fue, no soy malditamente esa clase de persona—, pero verán, a decir verdad, estos últimos días me he acercado bastante a Isabella y Dante y se podría decir que hasta los considero mis amigos.
La cosa es que Isabella llegó un día agitada —ella siempre suele ser de esa manera tan acelerada—, murmurando entre balbuceos inentendibles y movimientos frenéticos de sus manos, que deberíamos empezar el gimnasio. Y no es como si me hubiera preguntado, no, por supuesto, ella me dijo que debía hacerlo, porque se suponía que eso era lo que hacían las amigas, a veces teniendo que sacrificarse en el nombre de la amistad, que ella una vez había visto una película en la que un par de amigas eran acusadas de traficar drogas por que el novio de una de ellas les plantaba dicha droga en sus valijas en un viaje a la India y la cuestión era que al final, una de esas amigas, terminaba sacrificándose por la otra, quedándose en una prisión en el otro lado del mundo en el nombre de la amistad.
Que tenia que ver esa película con el hecho de que quisiera empezar el gimnasio, no tenia idea.
Una vez que termino de hablar, tenia las mejillas sonrosadas y la respiración agitada, y lo único que pude preguntarle fue un escueto: "¿Por qué no vas con Dante?"
Ella me respondió que ir con su primo sería un completo desastre, que lo único que haría el muchacho sería mirar los bultos entre las entrepiernas de los hombres que allí se ejercitaran, importándole muy poco hacer comentarios en voz alta, haciéndola pasar vergüenza.
Eso era algo que definitivamente haría Dante.
Lo pensé, lo juro que lo pensé, así como también me plantee la posibilidad de decir que no, sin embargo verla a ella tan ilusionada, poniendo esa mirada de corderito degollado hizo que algo dentro mío se apretujara, que a ver, que no les deseo nunca tener una amiga tan manipuladora como ella, tan manipuladora, que si me pide acceder a que le venda mi riñón, estoy segura que lo lograría.
Así que aquí estoy, de camino a un lugar que nunca jamás en mi vida he pisado, que si, que soy floja por naturaleza, que de vez en vez me gusta caminar un rato por el parque, pero hasta ahí es a donde llega mi actividad física.
De todas maneras, recapitulemos: la última vez que supieron de mi, fue cuando estuve a punto de tener un colapso mental, cuando hui cual cenicienta a medianoche, bueno, una cenicienta medio de segunda mano.
La cosa es que corrí prácticamente hasta el restaurante, me cambie nuevamente con el uniforme de trabajo y seguí mi día como una autómata.
Isabella intentó sonsacarme que me había pasado, sin embargo me negué a hablar, me dispuse simplemente a hacer mi trabajo y nada más.
Las prácticas habían comenzado dos días después luego de mi tarde con Dean, a quien por cierto no había vuelto a ver desde entonces, y si tenia que ser sincera conmigo misma, lo agradecía, había actuado como una completa lunática.
Me había costado varios días volver a la normalidad, volver a ser yo, Minerva, la apasionada de la cocina, la que era tímida por naturaleza pero que cuando estaba en confianza podía reírse como una foca epiléptica con sus amigos, sin embargo había permitido que muchos recuerdos invadieran mi cabeza por completo, que me llevaran a los lugares más oscuros de mi vida.
Pierce se comportaba como un verdadero profesional y si tenia que ser sincera conmigo misma, era el mejor en lo que hacía, el mejor.
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Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1
Lãng mạnMinerva es una joven llegada hace poco tiempo a la ciudad de Nueva York, con la ilusión de trabajar para uno de los chefs más importantes del mundo. Sin embargo las cosas no terminan saliendo como esperaba, por lo que -si bien trabaja para Pierce Gr...