CAPÍTULO UNO

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«¡Corre, Minerva, corre!», prácticamente me grito para mis adentros.

Es fácil decirlo, pero no llevarlo a cabo, porque cuando tu día empieza mal, debes saber que el día en sí será una completa mierda. Lo supe desde que me levanté. No pude pegar ojo debido a los nervios y las ojeras de esta mañana me lo recordaron cuando tuve que maquillarlas para quitar mi cara de muerta frente al espejo.

Me costó por lo menos cuarenta minutos arrancar el coche, teniendo en cuenta de que quise ser precavida y salir una hora antes.

—Punto para ti, Mine —me apremio a mí misma.

Sin embargo, las calles abarrotadas y el concurrido de los coches debido a que es hora pico, sin contar que me costó otros veinte minutos encontrar estacionamiento, dejándome a diez cuadras de mi destino, están poniendo a prueba la meta que me puse de no llegar tarde nuevamente a ningún lado.

«Qué meta de mierda», farfullo para mis adentros.

Aprecio mi destino en la distancia, por lo que sin importarme empujar a la gente que tengo alrededor, comienzo a abrirme paso hacia el enorme cartel que capta mi mirada: La Truffe Rouge.

Las puertas de vidrio se abren cuando las empujo con las dos manos. El potente aire acondicionado golpea mi rostro y en ese momento me doy cuenta de que tengo la camiseta pegada al cuerpo, a pesar de que es varias tallas más grande y me queda lo suficientemente holgada.

Los empleados se mueven de un lado a otro, preparando el servicio que será en menos de una hora.

No tengo la menor idea de que tengo que hacer, o donde se encuentra la mujer que debo encontrar; solo sé que se llama Katherine Stone y me citó a las once de la mañana.

Cuando miro el reloj en mi muñeca derecha me doy cuenta de que he llegado cinco minutos antes de lo previsto, por lo que me doy dos palmaditas en la cabeza, diciéndome a mí misma que lo logré.

—¿Necesita algo? —me pregunta alguien a mi derecha.

Cuando me giro, me encuentro con una chica de unos veinti tantos años, de cabello platinado atado en una cola alta y de un cutis perfecto, sin embargo tiene una sonrisa amable.

—Estoy buscando a Katherine Stone: tenía que...

—Oh, por fin llegas —me interrumpe ella. —Pensamos que ya no vendrías —agrega, haciéndome fruncir el ceño en confusión.

—¿Qué...? — Vuelvo a preguntar, sin embargo ella vuelve a interrumpirme.

—Sígueme por favor, debo darte tu uniforme —y sin siquiera ver si la sigo, comienza a avanzar, internándose dentro del restaurante que apenas si pude divisar.

—¿Mi uniforme? —Insisto, por que de verdad no estoy entendiendo nada. —Creo que te estás confundiendo de persona... —agrego, sin embargo ella no me escucha.

La veo rebuscar en unos cajones de la minúscula oficina, hasta que se pone de pie con una sonrisa victoriosa y termina tendiéndome un pantalón y camiseta de color negro, junto con un gorro del mismo color.

—Puedes cambiarte aquí —murmura risueña. —Yo esperaré del lado de afuera —agrega, dejándome completamente sola.

Comienzo a desvestirme lentamente, ya que me siento un poco confundida con todo lo que está sucediendo, que a ver, recapitulemos: se suponía que hoy tendría una entrevista de trabajo, había conseguido —después de intentarlo por algunos meses— conseguir una entrevista en uno de los restaurantes más prestigiosos del mundo.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora