EL DÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS
—Detente —jadea Isabella. —Vamos de vuelta.
—Que no —responde Dante, exasperado. —Sigue, solo así saldrá.
—Que no —se queja ella de nuevo—, que esta mierda es más complicada de lo que pensé.
—¿Tu no habías estudiado danza? —Murmura Dante, sin dejar de observar la pantalla e imitar los movimientos que se reproducen en ella.
—Si, pero esta mierda no es danza, es otra cosa más complicada, algo que los putos adolescentes de ahora bailan —refunfuña ella.
Dante detiene la reproducción del video, con las mejillas sonrosadas por el esfuerzo y poniendo sus manos en las caderas, mira a su prima con fastidio.
—Dijiste que ibas a ayudarme.
—Sé lo que dije —responde ella, con los ojos brillando con frustración. —Pero no dijiste que iba a ser de esta manera, no puedo seguirte el puto ritmo, Dante, que tu pareces un maldito profesional coreano. —Y luego, clavando sus ojos en los míos, agrega: —¿Y porque mierda Minerva no participa?
—Porque ella cambió esto por cocinar, ¿recuerdas?
—¿Y Mika? —Murmura en dirección a nuestro nuevo amigo adquirido, sentado a mi lado en una pose relajada en el sofá.
—Él... —dice Dante en su dirección, mirándolo con los ojos entrecerrados. —No lo conozco lo suficiente para obligarlo a obedecerme, por lo menos no aún —aclara al final, sacándonos tanto a Mika como a mi risitas por lo bajo.
Es el día libre de todos, incluso Mika, y a decir verdad no recuerdo cuándo fue la última vez que tuve un día de acción de gracias tan... normal. No era como si lo hubiera celebrado mucho de chica, mucho menos en el pasado, cuando siempre había que ir a un evento, sonreír, saludar, ser simplemente una muñeca de adorno. Pero ahora, con Isa y Dante e incluso Mika, estaba disfrutando de esto y por un instante me sentí mal, dándome cuenta de todo lo que me había perdido hasta ahora y de que realmente estas eran las cosas que hacían a uno feliz.
Habían pasado diez días desde mi encuentro íntimo con Pierce y Lena. Aún no descubría muy bien cómo me sentía al respecto luego de lo que pasó, supongo que rara era una buena manera de describirlo y el que Pierce se mantuviera alejado, ayudó para reorganizar tanto mis ideas como los sentimientos encontrados.
No quería ser una hipócrita, lo que había pasado en aquella habitación había sido acordado y lo había disfrutado, demonios, lo había disfrutado un montón, pero después de que todo terminara, simplemente me sentí vacía.
Aquello era algo que solía pasarme con Harold en los últimos años, porque si, fue una relación por demás abusiva, pero eso no quería decir que no tuviéramos sexo.
Eso no quería decir que no lo disfrutara.
Eso no quería decir que me sintiera una mierda después.
De todas maneras no podía comparar esa antigua relación con lo que teníamos con Pierce, que era básicamente nada.
De todas maneras él intento hablar conmigo, me preguntó si había hecho algo mal y no podía estar más lejos de la verdad, porque Pierce, a pesar de todo, se preocupaba por mí constantemente, podía darme cuenta en la manera que me miraba, en la manera en la que solía acercarse a mi. De todas maneras no lo deje atravesar nuevamente mis barreras, había terminado con eso, si quería que follaramos, follariamos, pero solo eso.
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Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1
RomanceMinerva es una joven llegada hace poco tiempo a la ciudad de Nueva York, con la ilusión de trabajar para uno de los chefs más importantes del mundo. Sin embargo las cosas no terminan saliendo como esperaba, por lo que -si bien trabaja para Pierce Gr...