CAPÍTULO VEINTIOCHO

86.3K 7K 5.1K
                                    

EN LA LIANA DE TARZAN





—Tú solo... —murmura Isabella un poco nerviosa—, haz como si no estuvieran aquí.

—Pero es que están aquí —farfullo, apretando el cuello de mi botellín con fuerza.

Isabella sacude los hombros y me guiña el ojo.

—Entonces, haremos que no los conocemos de nada —refuta ella—. ¿Tú los conoces? Porque yo no —agrega con una sonrisa divertida.

—¿Qué demonios están haciendo aquí, de todos modos? —inquiero, ignorando las absurdas ideas de mi compinche.

Mira por encima de su hombro con disimulo y se muerde el labio inferior con gesto culpable.

—Tal vez... —susurra, avergonzada—. Tal vez dije en voz alta dónde estaríamos.

—¿Y por qué has hecho eso? —lanzo con el ceño fruncido.

—Por que no creí que fueran a venir —responde.

Claro, eso es porque no tiene ni la menor idea de los mensajes que me estaba enviando con mi jefe cinco minutos atrás. Sí, lo más inocente que nos hemos dicho es que se muere por meter su cosota en mi cosita...

—¿Es que eres idiota? —espeto, perdiendo la paciencia—. Si lo dices en voz alta cerca de él, es obvio que lo haces para que te escuché, por ende, para que venga.

Isabella alza las manos en son de paz.

—Vale, vale —masculla, apaciguándome—, tal vez cometí una estupidez.

—Es que cuando tienes a Xander cerca piensas con la vagina en vez de con el cerebro —le recrimino.

—¡Hey! —Se queja ella para acto seguido soltar una carcajada—. No puedo creer que hayas dicho eso.

—Es que me pones extremadamente nerviosa —reconozco, exasperada.

Ladeo un poco la cara para observar la zona donde Pierce y Xander se habían sentado en la barra. Cuando lo hago, los ojos de ambos están clavados en nosotras.

«Mierda.»

Isabella me da un golpe en la mano que me hace volver la cabeza rápidamente.

—Te dije que no miraras —farfulla.

—Lo siento, es que no pensé que nos estarían mirando —respondo con las mejillas hirviendo.

—Idiota —murmura con una risotada—. Quita ese sonrojo.

—No puedo —contesto, exasperada.

Isabella pone cara de culo e intenta rebatir mis palabras, hasta que dos tragos bastante pintorescos son dejados en nuestra mesa sin venir a cuento.

—¿Y esto? —pregunta Isabella al camarero.

—Cortesía de la casa —responde el joven con una sonrisa.

—¿Qué cortesía de la casa? —inquiere Isa exageradamente—. ¿Cómo sé que esto no tiene droga? —agrega, haciéndome cerrar los ojos con vergüenza—. ¿Cómo sé que no intentaran secuestrarme después?

—Señorita..., yo... —comienza a decir el muchacho preocupado.

—No, señorita nada —lo corta Isabella, indulgente—. No puedes venir y traer bebidas sin que te lo pidan —lo regañan.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora