UN ARDIENTE JABÓN
—Debes ladear las piernas: están muy rectas.
—¿Sabes? —lanzo, jadeando a causa del esfuerzo—. Por un momento llegué a pensar que eras alguien divertido, hasta que podríamos ser amigos: ese fue mi primer error —puntualizo.
—Estás exagerando.
—Y después, mi segundo error fue chocarme contigo y aceptar cuando te ofreciste a enseñarme.
—Minerva —farfulla con una carcajada—, estamos empezando.
—Dean —respondo, mirándolo con mi mayor expresión de cabreo—, me estás torturando.
—Eres increíble —replica negando con la cabeza.
—No lo suficientemente increíble como para aprender a ladear las putas piernas —espeto.
—Es cuestión de tiempo: no te frustres —responde en un intento de animarme.
Doy un pequeño brinco en el sitio cuando sus manos van a mi cintura. Bien, no hay nada erótico en el toque, pero yo ya estoy cachonda, porque siendo honesta, no he podido dejar de pensar en lo que ocurrió tres noches atrás con Pierce.
Y debo confesar algo más: eso es que sigo evitándolo como si se tratara de la peste, como si fuera un apocalipsis zombie y él fuera el único contagiado.
¿El por qué?
No tengo la menor idea, solo que me da cosita tenerlo cerca: es algo que no puedo controlar. Así que sí, perdoname: nos quejamos muchísimo cuando Pierce lo hizo la primera vez y ahora es mi turno, pero bueno no es venganza, es el Karma...
... volviendo a las manos de Dean.
—¿Dónde te habías ido, Wilson? —inquiere mi entrenador personal.
—A un hermoso lugar donde no huele a tu sudor —respondo.
Automáticamente, sus manos me sueltan en un ramalazo de vergüenza, para luego presionar mis costillas haciéndome chillar, ya que suelo ponerme como una foca epiléptica cuando me hacen cosquillas.
—Concéntrate —ordena tras dejar de hacerme cosquillas.
—Estoy concentrada —refunfuño.
—No, no lo estás —refuta.
—Ni, ni li istis —lo imito.
—Eso es infantil incluso para ti, Minerva —murmura, aunque puedo percibir la sonrisa en su voz.
Sus manos se cierran entorno a mis antebrazos , ladeandolos hacia arriba para mejorar mi postura.
—Ladea un poco más las piernas —pide Dean; su aliento rozando mi mejilla.
—Están ladeadas —replico perdida en las sensaciones que me produce tenerlo pegado a mi espalda.
—Debes ladearlas un poco más —insiste tras un breve carraspeo.
En un acto reflejo muevo mi cintura hacia atrás, pero deben entenderme, que lo que quise hacer en realidad fue ladear las piernas y terminé pegando mi trasero a la parte delantera de Dean.
Me aparto rápidamente con las mejillas al rojo vivo a causa de la vergüenza.
—Lo siento —murmuro.
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Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1
RomanceMinerva es una joven llegada hace poco tiempo a la ciudad de Nueva York, con la ilusión de trabajar para uno de los chefs más importantes del mundo. Sin embargo las cosas no terminan saliendo como esperaba, por lo que -si bien trabaja para Pierce Gr...