PERFUMES EMBRIAGADORES
—No me toques —siseo, pegándome aún más a la pared.
—Está bien, no voy a tocarte. Solo quiero saber si estás herida —murmura una voz masculina, aunque en mi mente suena muy lejana.
Me digo a mí misma que debo calmarme, por lo que repito una y otra vez las palabras que logran sacarme de los momentos más oscuros de mi existencia: «Soy Minerva Wilson, tengo veinticuatro años, estoy a salvo».
Una vez que logro acompasar mi respiración y el latido de mi corazón y siento que no voy a desmayarme, levanto la vista para encontrarme con una mirada que me transmite tranquilidad, mientras que sus ojos castaños están clavados en los míos, mirándome con preocupación.
«Chico bonito.»
—¿Estas bien? —Insiste, manteniendo una distancia prudencial.
Me limito a asentir, ya que no soy capaz de emplear palabras. No obstante, cuando menos lo espero, mi jefe aparece con expresión apática y mirada inescrutable, aunque sus mejillas rojas evidencian su enfado, sus manos hechas en puño y ni rastros del muchacho que me atacó.
Sin darme tiempo a reaccionar, me coge en brazos, haciendo que envuelva los míos alrededor de su cuello.
—¿Qué demonios estás haciendo? —Pregunto en apenas un susurro mientras intento removerme para que me baje.
—Quieta, Minerva —exige en un gruñido, haciendo que el corazón me lata de forma desenfrenada, pero no es a causa del miedo, sino por..., a decir verdad, no tengo ni idea del porqué.
Cuando entramos nuevamente al restaurante la cocina está vacía, lo que me alivia, ya que lo último que deseo es llamar la atención..., otra vez...
«Menudo día»
Pierce me sienta en una silla alta. No lo miro, lo único que puedo hacer es clavar los ojos en las baldosas mientras analizo lo que acaba de suceder, intentando dar con todas las partes de mi cuerpo que duelen, concentrandome en ello mientras los pensamientos negativos desaparecen lentamente como una bruma que comienza a disiparse.
Con suavidad, me toma el mentón, haciendo que mis ojos se encuentren con su mirada azul turquesa, que me miran con frialdad.
—¿Estás bien? —Pregunta.
—Sí —me limito a responder, echándome hacia atrás para deshacerme de su agarre, no queriendo que me toque.
No quiero tener cerca a nadie en este momento.
—¡Minerva! —exclama Isabella desde la puerta, con una mueca de horror pintada en su expresión—. ¡Por Dios! Mira cómo te dejaron la cara —agrega, dándome a entender que debo tener un buen verdugón.
—Estoy bien —farfullo, intentando sonreír un poco, pero el movimiento me arranca una mueca de dolor.
—¿Qué demonios sucedió? —pregunta empujando con su hombro a Pierce para que le deje espacio.
Antes de que pueda responder, la puerta vuelve a abrirse, esta vez entrando «chico bonito» seguido de su padre —que reconozco se ve intimidante como la mierda— y Mía, que tiene el maquillaje corrido debido a las lágrimas y el labio inferior partido.
—¿Te encuentras bien? —pregunta el muchacho nuevamente, acercándose hasta quedar enfrente de mi.
Asiento, clavando mis ojos en la muchacha y luego en su padre, que sin entender muy bien por que, me mira enfurecido.
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Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1
RomanceMinerva es una joven llegada hace poco tiempo a la ciudad de Nueva York, con la ilusión de trabajar para uno de los chefs más importantes del mundo. Sin embargo las cosas no terminan saliendo como esperaba, por lo que -si bien trabaja para Pierce Gr...