CAPÍTULO CATORCE

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HOY FOLLO Y MI CUERPO LO SABE 





Estoy en el depósito del restaurante, poniendo en una canasta las verduras que necesito para hacer el platillo del día, mientras pienso en la pena que pase el día anterior, cuando irrumpí en la oficina de mi jefe, con la clara idea de pedirle en ese momento que me folle.

Siento vergüenza ajena de mi misma, no voy a negarlo y lo peor de todo es que comienzo a sentirme mal con las acciones que llevó a cabo por una persona que apenas si conozco, la baja autoestima comienza a hacer mella en mi cuerpo, haciéndome sentir deprimida y triste, sin ganas de hacer nada más que hundirme en mi cama y desaparecer del universo hasta olvidar lo que pasó.

Es por ello que me sorprendo al momento en el que alguien me toma por la cintura y me gira y tomándome por el cuello de manera delicada, me besa, pero no es un beso dulce o tranquilo, mi jefe está besándome de una manera que nunca antes nadie me había besado, me besa con una mezcla de desesperación y enojo, como si el solo hecho de desearme le molestara.

No se como me hace sentir aquello.

No me da tiempo a preguntar, porque cuando quiero darme cuenta, la lengua de Voldemort está entrando en mi boca, el sabor mentolado invadiendo todos mis sentidos mientras un gemido escapa de mi garganta, haciendo que el presione su agarre en mi cuello, aunque sin lastimarme.

—Mierda, Minerva, mierda... —masculla entre beso y beso.

Sin darme tiempo a nada, me toma por las piernas como si no pesara nada y hace que las enrede en su cintura, sosteniéndome en el aire con sus manos, apretando con fuerza mi trasero y acomodándome a su antojo para apoyar su erección en mi centro.

—Estás matándome, joder, estás matándome —gruñe en mi boca, sin dejarme siquiera responder cuando vuelve al ataque.

Nuestro beso está cargado de desesperación, de una desesperación que venimos aguantando desde hace semanas y a la que no puedo resistirme, simplemente me dejo hacer por él, por sus manos recorriendo mi trasero, mis muslos, apretando a su paso, como si necesitara cerciorarse de que soy real, de que estamos haciendo esto.

Nuestros dientes chocan, nuestras lenguas batallan por tener el control, mis manos se enredan en su cabello, acercándolo a mi, a mi cuerpo, queriéndome fundir en él. Mis labios arden por la brutalidad del beso, sin embargo no me detengo, porque no quiero que termine, de todas maneras, el sonido que hace una puerta al cerrar hace que nuestro acto se detenga en seco, machacando todo el lívido que estábamos sintiendo.

O por lo menos mi livido...

—Bájame —digo en voz baja, queriendo desprenderme de su agarre, sin embargo Pierce no me baja. —Pierce, demonios, suéltame —repito, removiéndome.

—Quieta —murmura él con voz ronca, presionándome en mi lugar y haciéndome muy consciente de lo excitado que todavía se encuentra.

—Pero...

—Quédate quieta, Minerva —repite él con voz autoritaria, sin dar lugar a la réplica.

Es en ese momento en que sin dejar de mirarme a los ojos, con una de sus manos comienza a desprender uno a uno los botones de mi camisa, y cuando quiero detenerlo, una sola mirada suya basta para dejarme quieta en mi lugar.

Estoy nerviosa, bueno, nerviosa y excitada, ya que puedo escuchar el movimiento qué hay en la cocina, sin embargo ver cómo Voldemort desabrocha uno a uno los botones de mi camisa sin dejar de mirarme, dejando al descubierto un sujetador de un sencillo color blanco, es caliente como la mierda.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora