• Kapitel 14 •

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Lenka abrió los ojos sintiendo todo su cuerpo entumecido. No recordaba haberse quedado dormida, o tal vez ese maldito suero la había dejado inconsciente. Miró a sus alrededores con sospechoso temor, pero estaba sola. No había ni una sola ventana en la habitación y tampoco tenía modo de saber qué hora era, pero seguro ya era de noche.

Transcurrieron unos minutos antes de que Walter entrara. Se acercó a ella y le levantó el rostro para asegurarse de que estuviera despierta. El sudor recorría la frente de Lenka y sus pupilas estaban dilatadas, pero ya parecía capaz de sostener una conversación coherente.

–Veo que ya se encuentra un poco más lúcida, Fräulein –le dijo– Vamos a continuar con el interrogatorio.

Lenka observó cómo se abría la puerta y Günther entraba empujando a un hombre, para luego obligarlo a arrodillarse. El tipo levantó la cabeza y la miró. El corazón de Lenka se agitó dentro de su pecho al ver que se trataba de Yarov, tenía las manos atadas hacia atrás y una venda en la cabeza, que impedía que su ojo y oído izquierdos chorrearan sangre.

–Su amiguito aquí puso mucha resistencia –volvió a decir Walter– De hecho mi plan era interrogarlos por separado, pero él se cortó la lengua desde antes de que lo atraparamos. ¡Me sorprende cómo pudo hacer algo así!

Walter caminó hacia Yarov y lo tomó de los cabellos bruscamente levantándole la cabeza.

–Debe ser alguien muy valiente... –dijo mirándolo con odio, luego sonrió– O muy estúpido.

Walter miró a Günther y éste le entregó rápidamente una bayoneta. Walter la tomó y deslizó la filosa hoja por la herida en la cabeza de Yarov, después miró a Lenka.

–Necesito saber si vendrán más de ustedes esta noche... –dijo Walter– Y de dónde vienen también... Así que hable, la escucho.

Pero Lenka no contestó. Sus ojos no podían apartarse del rostro torturado de Yarov, que a su vez la miraba entre el miedo y el dolor físico que sentía. Lenka comenzó a temblar asustada, y las lágrimas no tardaron en brotar de sus ojos.

–Hable –ordenó Walter clavando la punta de la bayoneta en el extinto oído de Yarov, quien de inmediato soltó un ahogado quejido de dolor y miró a Lenka moviendo la cabeza negativamente, implorándole con su mirada que no hablara.

Lenka apretó los labios para no gritar cuando Walter clavó más la daga, haciendo a Yarov revolverse entre gritos mudos por el dolor.

–No la escucho...

Lenka quiso apartar el rostro o cerrar los ojos, pero fue incapaz de hacerlo. Walter hundió la hoja de la bayoneta en el oído de Yarov y le dio la vuelta sin piedad. La sangre chorreó bajando velozmente hasta su cuello y la venda en su cabeza se pintó de rojo mientras él gritaba agónicamente, o al menos intentaba gritar, ya que su lengua cercenada solo producía sonidos amortiguados y lastimeros. Y Walter no dejaba de sonreír.

Lenka soltó un chillido de desesperación ante aquella visión tan horrenda y comenzó a hiperventilar temblando. Debía mantenerse fuerte sin revelar nada, muchas veces había hablado con sus hombres de eso, de lo que pasaría si los llegaban a capturar. Pero nunca imaginó que la situación la superaría de formas inesperadas.

–Hable... ¿vendrán más de ustedes? –preguntó Walter impaciente. Mantenía la mirada fija en Lenka y su actitud desenfadada solo la perturbaba más– ¿Aún no va a hablar? ¿Necesita otro incentivo?

Lenka gritó cuando Walter arrojó a Yarov al piso y comenzó a pisotearle la cabeza, justo sobre la herida. Le pateó el rostro, los costados, el estómago, la cabeza de nuevo.

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