La puerta de la oficina se abrió después de unas horas, y Aleksándra salió tambaleándose seguida de Walter, que trataba de ayudarla a tenerse en pie pero ella se apartaba bruscamente sin dejar que la tocara. Los que estaban ahí vieron cómo la soviética se derrumbaba en el suelo quejándose de dolor, mientras se abrazaba por la parte del estómago. Sudaba y su respiración era muy agitada, de verdad se veía bastante mal. Walter cruzó los brazos lanzándole una mirada reprobatoria, pero ella ni siquiera lo miró. Intentó levantarse sin conseguirlo, el dolor interno le impedía hacer esfuerzos físicos.
La mirada de Aleksándra recorrió fugazmente a los presentes, que solo estaban parados ahí sin siquiera atreverse a acercarse. Igual tampoco esperaba que la ayudaran. Escuchó unas pisadas y una voz habló a lo lejos, ella levantó un poco la cabeza y vio a Edgar encarando a Walter.
–¿Qué fue lo que le hizo? –preguntó Edgar, desafiante– ¿No dijo que se debía tratar bien a los prisioneros?
–No la lastimé –respondió Walter secamente– Solo le di un suero para que aflojara esa comunista lengua que tiene. Se resistió y eso es lo que sucede si te resistes al suero. Se le pasará en un rato, asegúrate de que descanse, todavía no terminamos el interrogatorio.
Edgar ya no protestó, se acercó a la comisaria y la levantó cuidadosamente en sus brazos, luego se alejó con ella de ahí. Aleksándra se alegró en cuanto estuvieron lejos de la vista de los demás, escuchó al alemán decirle algo pero entendió ni una palabra, cerró los ojos un momento y los abrió cuando sintió que era depositada sobre una cama. Friederich y Nina se acercaron de inmediato mientras Edgar le comentaba al médico lo del suero.
–¿Estás bien? –preguntó Nina, inclinándose para mirar a Aleksándra.
–Duele... –respondió la comisaria entre quejidos– El desgraciado ese logró sacarme unos cuantos nombres, pero es todo lo que obtendrá.
–Creo que deberías cooperar con él... Deberíamos. Nos dejará vivir si lo hacemos.
–Ya lo sé... No quiero morir pero tampoco pienso vender a la madre patria. Además ¿quien nos asegura que no piensa ejecutarnos de todos modos?
Nina no supo qué contestar. Aleksándra se había resistido al suero a propósito para alargar el interrogatorio y también sus horas de vida. Cuando Walter terminara con ella vendría por Nina. Y eso la hizo temer.
–Me hizo... u-unas preguntas muy raras... –susurró la comisaria agitada por el dolor– M-Me preguntó si... si yo practicaba brujería... y... y si tenía una relación con el tipo ese raro... Wilhelm, creo que se llama.
–¿Qué? –Nina frunció el ceño, contrariada– ¿Por qué te preguntaría algo así?
–No lo sé... Pero si ese bastardo está con una de nuestras camaradas, puede ser buena oportunidad para que nos ayude.
–¿Qué? ¿Él? ¡No! ¡Qué miedo!
–¡Tenemos que salir de aquí! –apremió Aleksándra apretando los dientes– Si no entonces apresúrate y fóllate a ese cabrón para poder largarnos con ellos.
La jovencita se puso roja hasta las orejas con esas palabras y apartó la mirada.
–¿Es muy necesario eso? –preguntó en voz baja. Aleksándra asintió.
–A los hombres los atonta el sexo... Tienes que hacer que quiera abandonar a sus compañeros por ti...
–Está bien... lo haré. –dijo Nina, nerviosa. Ella desde niña había crecido con tradiciones, casarse de blanco en una bella fiesta y tener hijos después. Por lo tanto el sexo pre-marital ni de chiste estaba permitido. Había soñado muchas veces con el día de su boda, y claro que pretendientes le habían sobrado, no solo por lo hermosa que era sino porque su familia era de las más adineradas de Sebastopol. Pero llegó la guerra y con ella murió todo. Su familia, sus sueños... Y la poca esperanza que le quedaba de seguir viviendo, no tardaría en morir también.
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BLUT
VampirosLos científicos de Hitler desarrollan una "vitamina" para mejorar el rendimiento de sus soldados en el campo de batalla. Pero solo uno de ellos se atreve a tomarla, convirtiéndose en un ser sobrenatural, sediento de sangre y de muerte, que no tarda...