• Kapitel 15 •

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–¡No! ¡No me voy a ir a Stalingrado!

–¿Me estás contradiciendo Kozlov? ¡Te acabo de dar una orden!

–¡Pero no puedo, camarada General! ¡No hasta que acabe con esa maldita cosa del bosque!

–¡Mierda, Kozlov! ¿Estás oyendo lo que dices? ¡Suenas como un puto lunático!

–¡General Chuikov, tiene que escucharme!

–¡Ya escuché suficiente! ¿O es que estás ocultando tu cobardía?

–¡Eso jamás!

–¡Entonces demuéstralo y obedece! La misión es estrechar perímetro y capturar Pitomnik. Los hombres ya están preparados, tú dirigirás un escuadrón pasando el río. Los alemanes están llegando a su límite, no debe ser difícil.

–Como usted ordene, camarada General.

Viktor salió de la oficina del general Chuikov maldiciendo en voz baja, y dos soldados se acercaron corriendo a él. Alec y Valair Shebakof, hermanos gemelos de 21 años. Los dos sonreían con peculiar alegría y sus caras tan idénticas perturbaban un poco a Viktor.

–¡Capitán Kozlov, venga a ver esto! –dijo Alec tomándolo del brazo izquierdo.

–¡Estoy ocupado! ¿Qué quieren? –protestó Viktor malhumorado, al tiempo que Valair tomaba su brazo derecho y decía:

–¡Venga, no se arrepentirá!

Viktor no dijo nada y dejó que ambos lo condujeran hasta el cuarto donde se guardaban la munición y algunos suministros.

–¿Qué es lo que quieren mostrarme? –les preguntó una vez adentro. Los dos trajeron algo que Viktor creyó que era una ametralladora ligera, pero cuando lo vio bien, notó que, aunque sí estaba elaborado a partir de lo que había sido una ametralladora, no era una. Ni siquiera parecía capaz de disparar munición.

Tenía una especie de resorte gigante sostenido por varios mecanismos, y lo que al parecer disparaba era un arpón de pesca.

–¿Y eso qué es? –preguntó de nuevo. Los gemelos se sonrieron el uno al otro y luego miraron a su capitán.

–¿Pues qué más va a ser? –dijo Valair– ¡Una trampa para vampiros!

Viktor alzó las dos cejas.

–¿Una qué?

–Mostremosle cómo funciona... –le dijo Alec a su hermano y Valair asintió.

Los dos llevaron a Viktor hasta la otra puerta del cuarto y salieron por ella. Afuera había una especie de campo de tiro improvisado donde los soldados solían practicar. Valair levantó su creación a la altura de la cadera y accionó algo en ella que la hizo disparar. Al punto el arpón salió velozmente emitiendo un siseo, viajó una distancia considerable en un par de segundos y atravesó a un muñeco de paja con uniforme alemán que se usaba como blanco. El muñeco se sacudió violentamente por el impacto, pero estaba bien fijo al suelo así que no cayó. Viktor sintió un escalofrío. Ser atravesado por esa cosa debía ser muerte segura.

Alec fue hasta el muñeco y le quitó el arpón con cuidado. El arpón estaba atado a una cuerda flexible y muy resistente, al parecer también para pescar. Valair comenzó a girar una palanca en el arma, similar a un carrete, para enrollar de vuelta la cuerda. Viktor miró el arma con detenimiento. Tenía muchos mecanismos hechos con partes de diversas armas, adaptados para hacer funcionar el sistema de disparo para el arpón. Un trabajo burdo y no muy hábil, pero preciso.

–¡Con un par más de estas, atraparemos al maldito! –dijo Alec sonriendo.

–¿Qué piensa, camarada Capitán? –preguntó Valair con emoción.

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