La sangre de las botellas tenía muchos recuerdos encapsulados. Recuerdos que no eran suyos pero habían sido puestos ahí para él. En uno veía a Annet sentada frente a él, su embarazo estaba muy avanzado, ella sonreía y le tomaba la mano para colocarla sobre su abultado vientre.
–Es nuestro bebé –decía ella– ¿Lo puedes sentir, Wilhelm?
Pero Wilhelm sabía que eso no había pasado. Aunque ahora ya formaba parte de su memoria. Y como ese había muchos recuerdos más, cosas que Annet creó para él en la cabeza de alguien más. Entendió muchas cosas cuando los vio todos, eso le ayudó a asimilar todo lo que había pasado en esos años.
Pero lo único importante era que ya estaba con su mujer y su hijo otra vez, y ya no había guerra. Ahora todo lo que deseaba era volver a casa con sus padres, pero antes tenía que recuperar fuerzas.
Los días transcurrieron rápido. Para Wilhelm era muy divertido convivir con Annet, Konrad y Lötzert sin preocupaciones. Estaba muy agradecido con este último por haber cuidado de Annet y de cierto modo ser la primer figura paterna de Artyom. Tanto que ahora lo consideraba parte de su familia.
Pero lo que más le gustaba era pasar tiempo con su hijo. Regularmente lo llevaba de cacería. De día le enseñaba a cazar con un arma y de noche a cazar como vampiro. Konrad y Lötzert usualmente los acompañaban (solo de día, claro) y pasaban fuera toda la tarde, regresando después con la caza y un montón de flores para Annet.
–No puedo esperar a que conozcas a mis padres –le dijo Wilhelm un día, mientras contemplaban el amanecer desde el jardín de la casa.
–¿Ellos me aceptarán? –preguntó Annet, nerviosa.
–Claro, ya verás que te amarán como una hija –aseguró Wilhelm besándole la frente.
Ella asintió y le sonrió. El invierno recién comenzaba y pronto se marcharían a Alemania, a su nuevo hogar, y todos ellos estaban emocionados.
Lötzert preparaba los rifles para salir de caza como de costumbre, cuando Konrad se acercó a él con los brazos cruzados.
–¿Pasa algo? –preguntó Lötzert. Konrad lo miró con los ojos entornados.
–¿De quién era la sangre? –cuestionó– La que le dieron a Wilhelm. Sé que lo sabes.
Lötzert devolvió la vista a las armas y siguió con su tarea.
–De un ruso... –respondió con voz tensa.
Konrad lo miró largamente esperando a que agregara algo más, pero Lötzert no lo hizo.
–Y ¿ese ruso está...?
–Muerto obviamente. También había un poco de mi sangre...
Konrad sintió como si unas manos frías se cerraran sobre su pecho. Iba a decir algo más pero Lötzert se le adelantó.
–Quiero que sepas que tampoco me gustó la idea... –dijo sin mirarlo– Estoy cansado de ver tanta muerte y tanta maldad, pero era necesario para traer a Wilhelm de vuelta.
–¿Quién... era el ruso?
–Tú sabes quién era.
–Dime el nombre, no me vengas con esa basura.
Lötzert le lanzó una mirada de advertencia. La misma mirada que empleaba con ellos cuando estaba al mando del escuadrón. Konrad no pudo evitar atemorizarse.
–¿Wilhelm no te lo dijo? Él debería de saber.
–No me lo ha dicho porque no se lo he preguntado. Y ese no es el punto además.
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BLUT
VampireLos científicos de Hitler desarrollan una "vitamina" para mejorar el rendimiento de sus soldados en el campo de batalla. Pero solo uno de ellos se atreve a tomarla, convirtiéndose en un ser sobrenatural, sediento de sangre y de muerte, que no tarda...