-Vete al diablo... -contestó Aleksándra, desafiante, mirando con odio a Klaus, que acababa de decirle en su idioma las órdenes del sargento. El soldado la miró unos segundos y luego se giró hacia su superior.
-Dice que se vaya al diablo, señor...
El sargento, que fumaba un cigarrillo, se acercó a ella y sin ninguna delicadeza la agarró por el cuello del uniforme acercándola a su rostro.
-Escúchame bien maldita zorra... -masculló. Luego hizo una pausa para que Klaus le tradujera y siguió hablando- Tú vas a hacer todo lo que yo te diga o te va a ir muy mal...
-¿Y qué me va a pasar? -preguntó ella con desprecio en cuanto Klaus terminó de traducirle- ¿Me van a golpear? ¿Me van a violar hasta que se cansen? Haz lo que te apetezca, fascista de mierda. Prefiero morir antes de ser su servidumbre.
Klaus siguió con su labor de intérprete y le comunicó el mensaje a su superior, quién por respuesta estrelló su puño en la cara de la mujer, mandándola al suelo.
Aleksándra cayó entre las tablas y pedazos de concreto que estaban por el piso. Le tomó unos segundos salir del aturdimiento del golpe y se incorporó despacio, sintiendo la mandíbula punzarle horriblemente. Escupió la sangre que se acumuló en su boca y se llevó una mano a la parte adolorida quejándose por el dolor.
-¡Vas a hacer lo que yo te diga! -repitió el sargento.
-¡Jódete! -exclamó ella mirándolo enfurecida.
Ésta vez fue la bota del sargento la que se encontró con los intestinos de la rusa. Ella se dobló en un rictus de dolor y Nina intervino rápidamente.
-¡Basta! ¡Por favor! -rogó la chiquilla arrodillándose junto a su compañera, que tosía violentamente tratando de recuperar el aire.
-¡Sargento, no maltrate a la prisionera! -protestó Baumann llendo hasta ellos- ¡Eso irá a su expediente militar, no lo olvide!
-¡C-Comisario por favor! -le dijo Nina a Aleksándra- ¡No sea tan necia! ¡No tenemos más opción que obedecerles!
-¡¿Y luego qué, pequeña estúpida?! -soltó la comisaria mirando a su compañera- ¡De todas maneras nos van a ejecutar en cuanto nos interroguen!
Entonces Friederich se acercó y ayudó a la jovencita a levantarse. Aleksándra lo miró y después a Nina, notando de inmediato en el médico el "aura" protectora y quizá hasta cariñosa hacia la niña. Un deseo que ardía en el fondo de sus pupilas al mirarla, acompañado de una profunda y aciaga ilusión de algo que nunca podría realizarse. Aleksándra se quedó mirándolos en silencio unos instantes, mientras su mente trabajaba. La voz del sargento la hizo reaccionar.
-¿Ya vas a obedecer? Deberías, si sabes lo que te conviene...
La comisaria lo miró y se levantó del piso lentamente.
-Sí, señor... -contestó.
Momentos después, ella y Nina remendaban con hilo y aguja los uniformes de los alemanes, vigiladas por dos soldados que charlaban en voz baja mirándolas atentamente.
-¿Qué tanto dicen esos bastardos? -susurró la comisaria. Nina la miró un segundo y luego bajó la cabeza.
-Hablan de ti... -le contestó- De las cosas que los otros te hicieron... Hmm, sobre eso... Lamento que ellos hayan...
-No te preocupes por eso -cortó Aleksándra despreocupadamente- Fue solo sexo. Los hombres no saben lo que puede llegar a pesar la falta del mismo en nosotras, así que digamos que me hicieron favor.
-Pero estabas llorando...
-No lloré por eso... Lloré porque le fallé a la madre patria. Me capturaron y no pude hacer nada para impedirlo. Me usaron y me humillaron. ¡A mí, una comisaria política! Yo siempre se los dije a ustedes: si alguno es capturado por los alemanes caerá en el más bajo deshonor, y ya no será bienvenido en nuestras filas si logra escapar o si lo liberan. Al contrario será acreedor de una muerte sin misericordia. ¡Y ahora míranos! Arreglando sus malditos uniformes para que luzcan bien y puedan seguir matando... Si ellos no nos ejecutan lo harán nuestros propios camaradas por esta bajeza...
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BLUT
VampiroLos científicos de Hitler desarrollan una "vitamina" para mejorar el rendimiento de sus soldados en el campo de batalla. Pero solo uno de ellos se atreve a tomarla, convirtiéndose en un ser sobrenatural, sediento de sangre y de muerte, que no tarda...