• Kapitel 5 •

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-Vete al diablo... -contestó Aleksándra, desafiante, mirando con odio a Klaus, que acababa de decirle en su idioma las órdenes del sargento. El soldado la miró unos segundos y luego se giró hacia su superior.

-Dice que se vaya al diablo, señor...

El sargento, que fumaba un cigarrillo, se acercó a ella y sin ninguna delicadeza la agarró por el cuello del uniforme acercándola a su rostro.

-Escúchame bien maldita zorra... -masculló. Luego hizo una pausa para que Klaus le tradujera y siguió hablando- Tú vas a hacer todo lo que yo te diga o te va a ir muy mal...

-¿Y qué me va a pasar? -preguntó ella con desprecio en cuanto Klaus terminó de traducirle- ¿Me van a golpear? ¿Me van a violar hasta que se cansen? Haz lo que te apetezca, fascista de mierda. Prefiero morir antes de ser su servidumbre.

Klaus siguió con su labor de intérprete y le comunicó el mensaje a su superior, quién por respuesta estrelló su puño en la cara de la mujer, mandándola al suelo.

Aleksándra cayó entre las tablas y pedazos de concreto que estaban por el piso. Le tomó unos segundos salir del aturdimiento del golpe y se incorporó despacio, sintiendo la mandíbula punzarle horriblemente. Escupió la sangre que se acumuló en su boca y se llevó una mano a la parte adolorida quejándose por el dolor.

-¡Vas a hacer lo que yo te diga! -repitió el sargento.

-¡Jódete! -exclamó ella mirándolo enfurecida.

Ésta vez fue la bota del sargento la que se encontró con los intestinos de la rusa. Ella se dobló en un rictus de dolor y Nina intervino rápidamente.

-¡Basta! ¡Por favor! -rogó la chiquilla arrodillándose junto a su compañera, que tosía violentamente tratando de recuperar el aire.

-¡Sargento, no maltrate a la prisionera! -protestó Baumann llendo hasta ellos- ¡Eso irá a su expediente militar, no lo olvide!

-¡C-Comisario por favor! -le dijo Nina a Aleksándra- ¡No sea tan necia! ¡No tenemos más opción que obedecerles!

-¡¿Y luego qué, pequeña estúpida?! -soltó la comisaria mirando a su compañera- ¡De todas maneras nos van a ejecutar en cuanto nos interroguen!

Entonces Friederich se acercó y ayudó a la jovencita a levantarse. Aleksándra lo miró y después a Nina, notando de inmediato en el médico el "aura" protectora y quizá hasta cariñosa hacia la niña. Un deseo que ardía en el fondo de sus pupilas al mirarla, acompañado de una profunda y aciaga ilusión de algo que nunca podría realizarse. Aleksándra se quedó mirándolos en silencio unos instantes, mientras su mente trabajaba. La voz del sargento la hizo reaccionar.

-¿Ya vas a obedecer? Deberías, si sabes lo que te conviene...

La comisaria lo miró y se levantó del piso lentamente.

-Sí, señor... -contestó.

Momentos después, ella y Nina remendaban con hilo y aguja los uniformes de los alemanes, vigiladas por dos soldados que charlaban en voz baja mirándolas atentamente.

-¿Qué tanto dicen esos bastardos? -susurró la comisaria. Nina la miró un segundo y luego bajó la cabeza.

-Hablan de ti... -le contestó- De las cosas que los otros te hicieron... Hmm, sobre eso... Lamento que ellos hayan...

-No te preocupes por eso -cortó Aleksándra despreocupadamente- Fue solo sexo. Los hombres no saben lo que puede llegar a pesar la falta del mismo en nosotras, así que digamos que me hicieron favor.

-Pero estabas llorando...

-No lloré por eso... Lloré porque le fallé a la madre patria. Me capturaron y no pude hacer nada para impedirlo. Me usaron y me humillaron. ¡A mí, una comisaria política! Yo siempre se los dije a ustedes: si alguno es capturado por los alemanes caerá en el más bajo deshonor, y ya no será bienvenido en nuestras filas si logra escapar o si lo liberan. Al contrario será acreedor de una muerte sin misericordia. ¡Y ahora míranos! Arreglando sus malditos uniformes para que luzcan bien y puedan seguir matando... Si ellos no nos ejecutan lo harán nuestros propios camaradas por esta bajeza...

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