• Kapitel 18 •

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Lenka se ayudaba con un cincel y un martillo para lograr partir la carne en trozos, estaba hecha hielo. Terminó de cortarla y la añadió a la cacerola que tenía en la estufa, junto con unas verduras. La comida cada vez escaseaba más, pero las buenas noticias habían llegado y le alegraba saber que el ejército estaba recuperando la ciudad de nuevo. Con suerte la guerra finalizaría ese mismo año.

Tomó una cuchara de madera y revolvió un poco la sopa. También esperaba que Grigori volviera pronto, no sabía nada de él desde hacía dos años. Aunque estaba temiendo lo peor, igual mantenía la esperanza. La esperanza era lo único que los mantenía a todos vivos y luchando.

–Lenka... –la voz rasposa que habló a sus espaldas le provocó un gélido escalofrío. Dejó de mover la sopa y lentamente se dio la vuelta.

Un hombre la miraba desde la puerta. Llevaba uniforme alemán salpicado de sangre, su piel era blanca como el papel y su cabello negro como la tormenta estaba revuelto, agitándose con la brisa que entraba de afuera.

–Walter... –susurró ella reconociéndolo. Él dió un paso dentro y ella deslizó su mano sobre la mesa, tanteando entre los utensilios hasta que palpó el mango del cuchillo.

–No sabía a dónde ir... –dijo él y dio otro paso. Lenka miró hacia el pasillo que conectaba con las otras habitaciones de la casa y luego a Walter.

–Vete de aquí... si, si los demás te ven...

–No puedo controlarme, Lenka... Tengo sed... mucha.

Walter dio un paso más y Lenka volvió a mirar al pasillo.

–Walter vete... –ella no quería levantar la voz. Tenía que hacer que se fuera ya.

–Tengo sed...

Lenka avanzó hacia él y le puso las manos sobre el pecho, intentó empujarlo pero no logró moverlo ni un milímetro. En vez de eso él siguió caminando, haciéndola retroceder. Lenka le señaló la cara con el cuchillo y en ese momento vio sus ojos... rojos y hambrientos. Se quedó sin habla ¿Él era uno de esos monstruos también?

Walter se inclinó hacia ella y Lenka le enterró el cuchillo en el hombro, pero eso no pareció hacerle el menor daño. Desesperada sacó el cuchillo para clavárselo de nuevo pero Walter la sujetó por la muñeca con fuerza. Lenka gimió de dolor y su mano se abrió soltando el cuchillo, que cayó sobre el suelo haciendo un ruido metálico.

Walter la aprisionó entre sus brazos, enloquecido por el pulso palpitante de su corazón. Ella se revolvió creyendo que iba a besarla, pero se horrorizó al ver cómo abría la boca mostrando todos sus puntiagudos dientes.

–¡N-No Walter por fav-! –su súplica se cortó en el aire cuando sintió esos largos colmillos hundirse en su cuello.

La sangre explotó dentro de la boca de Walter. Caliente y deliciosa. Lenka estuvo brevemente consciente de lo que pasaba, pero no pudo hacer nada en contra de ello. Los quejidos ahogados que salieron de su garganta no conmovieron ni en lo más mínimo a Walter, que sólo tenía intención de satisfacer la crepitante sed que lo aquejaba. Bebió, desesperado. Su estómago se llenó de calor cuando la sangre bajó por su garganta. Ese delicado sabor cremoso, cúprico, tibio, ligero, amargo y puro que lo embriagó más que el mejor vino.

Lenka se retorcía en agónicos espasmos entre sus brazos, sin poder escapar. A Walter le gustó eso, que ella no pudiera defenderse. Su piel era tan suave y su cuerpo tan delicado, completamente a su merced, le provocó una sensación de poder y pasión que nunca antes había sentido. Apretó a Lenka con tanta fuerza que escuchó crujir sus huesos. Siguió bebiendo mientras se arrodillaba en el piso con ella. No se dio cuenta cuando dejó de manotear y se quedó quieta. Walter la recostó en el suelo, liberándola por fin de ese asfixiante abrazo constrictor. Se relamió los hilos de sangre que escaparon fuera de sus labios, mientras sentía su pecho palpitar con una velocidad arrítmica y su cuerpo temblar por ese éxtasis letal que hubiera deseado que no terminara. Miró a Lenka, tendida inerte en el suelo, y con sus largos dedos blancos le apartó el cabello del rostro.

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