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1995

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1995

Sus párpados se apretaron para intentar hacer más llevaderas las sensaciones dentro de él. Aún con los ojos cerrados, el tacto hacía que las imágenes se formaran perfectamente en su cabeza.

Su mano recorría la piel de su cintura, arriba y abajo. El peso sobre su brazo izquierdo, la sensación de su cara levemente presionada contra su pecho y su cálida respiración eran tranquilizantes. No podía creer lo que sentía, por eso estaba tan abrumado con las emociones, pero a la vez tan aliviado de volver a estar en ese lugar.

Cuando ella comenzó a moverse levemente, la piel desnuda de sus piernas comenzó a frotarse contra las de él, generando una sensación muy familiar. Después su mano bajó de su cintura a sus muslos, acariciando estos con tranquilidad, para luego finalmente subir a su cadera y pasar a su trasero. Sonrió ampliamente al sentir su ropa interior. Era como si nunca se hubiera alejado.

—Sebastian —la escuchó decir. Amaba su voz. Su nombre siendo pronunciado por ella—. Baz.

—¿Mhmh? —él apenas emitió el sonido, estaba demasiado dormido para hablar correctamente.

—Sebastian.

—Dime, linda —repitió de la misma manera.

—Sebastian.

Intentaba abrir los ojos, pero estaba demasiado cómodo y la voz de la chica demasiado apagada para despertarle.

—Sebastian... Sebastian —el tono subió un poco—. Sebastian.

—Mhmh... Marie.

—¡Sebastian!

Aquel fue un grito repentino.

—Mar... Maria.

Sus ojos se abrieron ampliamente para encontrar la figura de su esposa frente a él. Estaba desarropado, probablemente gracias a que intentaba despertarlo. Por un momento se horrorizó por lo que pudo haber dicho en sus sueños. La mueca en el rostro de Maria era de molestia.

—¿Qué te pasa? He estado hablándote desde hace treinta minutos —a pesar del reclamo, sintió alivio.

—Sí... ¿Qué carajos? Déjame dormir —él respondió, frunciendo el ceño y girándose sobre la cama, estirando la manta para volver a cubrirse. Ella volvió a quitársela.

—Es jueves. Se supone que deberías estar en el estudio en cinco minutos —ella recordó.

—Estoy enfermo. No iré.

Sweet Little Sister | Sebastian BachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora