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—Me gusta más ese, pareces una actriz

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—Me gusta más ese, pareces una actriz.

—¿Cuál?

—Una porno.

—Eso es todo lo que tenías que decir para convencerme —Marie respondió mientras veía la sonrisa burlona de Camila mediante el espejo—. Estoy muriendo de hambre.

—La pizza debe de estar a punto...

—¡Marie! ¿Ordenaste pizza? —la voz de Dave resonó por el pasillo.

—¡Sí! —respondió, girándose a la chica—. ¿Puedes salir por ella?

—No...

—Camila...

Marie quería cambiarse el traje de baño que se estaba probando para la fiesta a la que irían, pero Camila no podía andar por la casa sola, o eso decía ella. La pelinegra tomó una chaqueta algo grande que lograba cubrir sus glúteos y se la puso encima.

—Tu trasero se ve bien.

—Cállate.

—¡Me da pena! —hizo referencia a los chicos en la casa.

—Debiste de estar muriendo de vergüenza mientras le succionabas la cara a Rob.

—Cállate —dijo Camila—. No estás enojada por eso, ¿o sí?

—¿Por qué estaría enojada?

—Es obvio que le gustas, creí que él a ti también. Y como me prohibiste acercarme a Dave...

—Primero que nada, Dave es mi hermano, es diferente. Segundo, no te prohibí nada con él, dije que no quería ver ni saber nada sobre eso —aclaró, el gesto de desagrado en su rostro lo expresaba todo—. Es asqueroso.

—¿Eso significa que...

—Así que sí escuchabas —dijo con cierto sarcasmo.

Dave estaba en la cocina y fue el primero en mirarla, pero después del incidente que habían tenido, no se sentía capaz de volver a decirle algo sobre su vestimenta. Ella notó su rostro y como no quería pelear, sólo cerró un poco la chaqueta, sosteniéndola con su mano izquierda.

Marie cruzó la sala sola, pues Camila se había quedado en la entrada de la cocina. En la puerta se encontraba el repartidor con su pedido, así que después de pagarle y dar propina, cerró la puerta y se dio media vuelta. Cuatro pares de ojos clavados en ella desde el sillón fue lo que encontró, y sosteniendo tres cajas de pizza era imposible seguir cubriéndose con la chaqueta.

—Voy a ir a la playa más tarde —mencionó, pero era obvio que los chicos no querían una explicación—. Deténganse, raros.

—Sólo miramos tu tatuaje.

—No recuerdo tener un tatuaje en el lugar donde están mirando.

—¿Vas a comer todo eso? —Sebastian preguntó mirando las cajas de pizza.

Sweet Little Sister | Sebastian BachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora