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Sebastian llevó sus manos a su rostro y luego a su cabello, intentando despertar

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Sebastian llevó sus manos a su rostro y luego a su cabello, intentando despertar. Pero eso ya lo habían logrado los gritos y golpes de Scotti en la puerta del baño, podía escucharlos tan claramente como la música proveniente de alguna de las otras habitaciones.

—Juro que llevas dos putas horas seguidas ahí dentro, ¿qué carajo estás haciendo? —se quejó el guitarrista. Giró la cabeza hacia la figura de Sebastian, quien no perdió tiempo y salió por la puerta trasera.

Mientras orinaba a un lado de la casa, aún podía escuchar a Scotti gritar.

—¿Acaso te estás pajeando? —preguntó. Sebastian rio ante aquello, aunque seguía sin saber quién era la persona dentro del baño. Scotti frunció el ceño—. ¿Con las fotos de quién?

—De tu madre —finalmente escuchó a Rob responder.

—Jódete —Scotti respondió. Sebastian se movió para dejar que saliera.

Cuando él iba por la mitad del pasillo, se giró al escuchar la puerta abrirse. Rob, recién duchado, salió sonriendo.

—Terminé hace media hora —dejó saber ante la nueva risa de Sebastian. Se encogió de hombros mientras negaba—. Es un imbécil, que aprenda a esperar.

El baterista entró a su habitación y Sebastian se detuvo frente al pequeño espejo colgado junto a la puerta del guitarrista rítmico, cuya voz provenía de la cocina.

—Hey, mira —decía Dave. Después de unos segundos habló nuevamente—. Escucha esto.

Mientras se acercaba, podía escuchar un poco mejor la guitarra. Antes de dar la vuelta estaba seguro de que vería a Rachel sentado en la cocina, por lo que se sorprendió cuando observó a los hermanos juntos.

—Me gusta.

—Qué pasa, chicos —dijo con su voz usual, hablando por encima de la música.

Dave no lo miró y tampoco respondió, acababa de dejar su instrumento sobre la mesa para tomar un bolígrafo y seguir escribiendo en su libreta. Tampoco le prestaba atención a su hermana, que estaba detrás de él, cocinando frente a la estufa.

—Hey —ella dijo, mirándolo de reojo y sonriéndole por un instante.

Sebastian le sonrió de vuelta. A sabiendas de que ninguno se daría cuenta, continuó observándola; su cabello saltaba levemente gracias al movimiento de caderas que ella hacía al ritmo de St. Vitus' Dance. La escuchaba cantar por lo bajo y encontró ironía en eso, debido a la letra.

—¿Qué es? —el rubio preguntó a su compañero. Se acercó hasta estar detrás de él, viendo lo que escribía. Rachel entró desde la puerta de la sala.

—Cosas nuevas —dijo Dave, alejándose de la mesa mientras veía aquel pedazo de papel—. Pero Ozzy me está robando las putas ideas. Canta justo lo que escribo.

Sweet Little Sister | Sebastian BachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora