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Esa tarde con Sebastian había sido una muy agradable para Marie, y sin embargo, la había dejado sintiéndose muy extraña respecto al cantante

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Esa tarde con Sebastian había sido una muy agradable para Marie, y sin embargo, la había dejado sintiéndose muy extraña respecto al cantante. ¿Estaba atraída hacia él? Claramente, ¿quién no lo estaría? Lo que la tenía paseando el tema por su cabeza por tanto tiempo era por qué se sentía tan nerviosa.

No era tímida, Sebastian no era el primer hombre que le interesaba. Tampoco era como si todo acerca de él le fuera intimidante, podía hablar con el rubio por mucho tiempo, y se sentía como lo más normal del mundo.

Tal vez era que él irradiaba una energía diferente; era una bomba de actitud y personalidad que simplemente le era ajena... Al menos hasta esa tarde.

Sin llegar a una conclusión, la chica decidió fijar la mira en otra persona. Quería entretenerse.

¿Vas a hacerlo? —Camila preguntó del otro lado del teléfono. También aprovechó la confidencialidad del asunto para hacer uso de su perfecto español.

—Sí, después de hacer la tarea —Marie dio su respuesta en inglés, pero aún después de decir las palabras siguió pensando si había entendido bien lo que su amiga le había dicho.

Había decidido contarle... Sin ninguna razón en específico. No podía contarle a nadie más y Camila siempre estaba contándole sus asuntos.

Dijiste que ya la habías terminado —su amiga replicó.

—Lo hice —su mirada se dirigió al sillón donde Rachel y Dave estaban. Su hermano la miró por un segundo para pedirle silencio con un gesto poco amable, justo al mismo tiempo que Rachel se levantó y fue a la cocina—. Si necesito algo te llamaré, ¿de acuerdo? Adiós —dijo al teléfono y cortó.

Dave ni siquiera la miró cuando colgó, sus ojos siguieron fijos en el televisor y su mano colocada en su cerveza. Ella sonrió ampliamente al seguir los pasos del mejor amigo de su hermano.

—Rachel —dijo en un tono relajado, pero él estaba concentrado preparándose un emparedado, y se asustó—. Lo siento.

—Marie. No, está bien —dijo rápidamente.

Ella fingió que de un momento a otro había decidido quedarse. Él dejó de untar el aderezo contra el pan.

—¿Por qué siempre me miras como si fuera un fantasma? —le preguntó inocentemente. Rachel tragó su saliva, apartando la vista de ella y volviéndola a lo que estaba haciendo— ¿Ves?

—No es eso... Es que te recordaba de otra manera y estás diferente —respondió ocultando una sonrisa—. Muy diferente.

No sabía si le agradaba, pero al menos sabía que la consideraba atractiva y eso era suficiente para que su jodida conciencia continuara aconsejándole seguir.

—Supongo que sí, le llaman pubertad —dijo, haciéndole sonreír.

—Yo diría que sigo en ella —fue su turno de hacer que ella sonriera.

Sweet Little Sister | Sebastian BachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora