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—Sostén esto —Marie le entregó una bolsa a Camila para poder abrir la puerta

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—Sostén esto —Marie le entregó una bolsa a Camila para poder abrir la puerta.

Ambas entraron a la casa con total normalidad, no había el estruendoso ruido de siempre y los instrumentos estaban guardados, pero aún podía escucharse reír a los chicos desde la cocina.

—Dave, me debes diez dólares —dijo la menor en voz alta—. Obtuve esa A. Es más, deberías darme veinte, el jodido maestro me hizo cantar.

Las dos chicas rieron mientras se detenían en la sala, encendiendo la televisión, pues había un especial en MTV que no querían perderse. Dejaron sus mochilas y bolsas en el sillón.

—Mejor llevemos esto dentro —murmuró—. La chica de mi clase me preguntó por qué no la has llamado —volvió a subir el tono al hablarle a Dave mientras tomaba sus bolsas. Fue por eso que no observó la expresión de su amiga.

—Y Vince Neil le pidió a ella que lo llame —agregó Camila en un tono difícil de describir.

Marie frunció el ceño en su dirección ante aquel comentario totalmente innecesario. Antes ya había hecho algo similar y sabía cuál era el motivo.

—¿Quién hizo qué? —Dave preguntó al fin, las voces de los chicos se callaron. Ellas comenzaron a caminar en dirección a la cocina.

—Nos encontramos a Vince en el centro comercial. Y me estaba hablando, o eso hacía hasta que comenzaron a reconocerl... —las dos se detuvieron abruptamente en la entrada de la cocina.

Todos estaban ahí, pero no solamente ellos. El mismo Doc McGhee estaba sentado en una de las sillas, los chicos querían reírse mientras el hombre levantaba la ceja.

—Perdón. No sabía que estaban ocupados —Marie hizo una mueca, tanto ella como Camila reconocían al hombre de algunas entrevistas y no pensaron en acercarse.

—Doc, esta es mi hermana Marie —el guitarrista se giró un poco para señalarla, encontrándose a la otra chica también—. Y su amiga.

La castaña pareció tensarse al no escuchar su nombre, pero ambas sonrieron.

—Un gusto, señoritas —el hombre se levantó y agitó sus manos.

—Hey.

—El gusto es nuestro.

—¿Ellas viven aquí? —preguntó volviéndose a los chicos.

—Sólo Marie —Dave respondió.

—Eso explica por qué esto no es una pocilga.

—Oh no, no es por mí...

—Es por nuestra mamá —habló Sebastian, dándole un empujón a Dave.

Todos rieron. Marie dio un paso hacia atrás, pero Camila reía de una forma extraña, sacudiéndose el cabello de los hombros. Los ojos de la castaña seguían en el rubio que había hecho la broma pero Marie notó que por unas milésimas de segundo los posaba en Dave, quien le prestaba atención a Doc. Sebastian también miró a Camila durante un momento.

Sweet Little Sister | Sebastian BachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora