Mi reflejo.

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Tengo que aprender a no necesitar.
La soledad se me clava como alfileres dentro del tórax, que hace que cada respiración sea agónica. Exhalo sueños enmohecidos de la humedad que me habita. Me trauma la soledad. Me asusta. Y no por no estar solo, si no porque la necesito llenar de falsos estímulos y conversaciones vacuas. 

Me siento intranquilo cuando estoy solo porque temo lo que pueda pensar. El devenir de mi cerebro es traidor y fugaz, siempre espera sigiloso mi distracción para saltar a mi yugular y con sus garras despellejar mi coraza de recuerdos.

Por las finas rendijas de esta vieja armadura salen reflejos apenas luminosos de miedos, inseguridades y pensamientos sombríos, oscuros, innombrables. Repudiados a vivir entre mis sombras. Esas en las que tengo miedo de entrar. Como en un bosque de neblinas donde apenas alcanza la vista para visualizar vagas formas que dibujan, como espectros de la noche, mis miedos.
Presiento los horrores. Percibo la tensión y el pánico, noto el sudor recorriendo mi frente y mojando mis labios, secos de un aroma árido de desolación y abandono.

El terror de uno mismo, el hedor ácido de unas imágenes repulsivas. Me aborrezco.

La pesadilla del ser y el ente.

Me da pavor quedarme solo porque me inquietan mis conversaciones. Un dialogo sin salida hacia delante, sin argumentos, sin desenlace; pero siempre con el mismo final. Inamovible en la mente. Las sombras recorren y dibujan intrincadas formas sin sentido en mi cabeza.

Una ponencia con un reflejo.

Es como mirarse a un espejo y apagar la luz. 

Inquietud. 

Completamente a oscuras. 

Desasosiego.

Y notar que el reflejo sigue enfrente. 

Inerte. 
Fijo. 
Petrificado. 

Sintiendo su presencia, clavando sus ojos  y vaciándote por dentro. 

Escondido.
Intocable.
Imparable.

Ese abismo de verdad que se te abalanza hacia ti con fauces voraces. Las sombras en la noche, que anegan todo.

Envuelven y aprietan, asfixian. Se cuelan en tus entrañas. Manos que penetran como clavos oxidados y te levantan. Cayendo en el interior de tu reflejo.

Ese foso de oscuridad que te da vértigo y te aborda.

Y enciendes la luz y ves solo un rostro desencajado. Las verdades solo están dentro y no se ven. Intenta mantenerte despierto y distraído, porque el espejo no miente.

Me gusta estar solo, del que tengo miedo es de cuando me acompaña ese reflejo.

El eco de mi voz apagada.

El hombre ante el espejo.

Las sombras que se filtran por mi piel,

al apagar la luz.

Y reconocer en el cristal,

mi reflejo.

Enero color Azabache.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora