Cuando aprendes a canalizar la rabia en una guitarra vuelves a la niñez.
Te sientes tan obcecado y vulnerable a la vez que recaes en los tiempos de las lloreras y los golpes al aire.
No es fácil saber qué necesita uno mismo en cada momento, por eso, al deslizarme sobre las cansadas cuerdas de una guitarra, me vuelvo más joven, más estúpido y más reactivo.No es fácil saber hacia donde saldrá ese odio obsesivo que mantienes con tu cabeza.
Amenazante, espera cualquier momento para que, cuando estés vislumbrando unas notas en tu mente, esta se vuelva contra ti, haciendo de tu terapia, una enfermedad.
El problema de hacer de psicólogo de uno mismo es que, llegado el momento, no puedes saber si te estás creyendo tus propias mentiras.
Quizás lo que me sobre sean la dedicación y el esfuerzo desmedido en algo que no me tranquiliza. Volvemos a ser niños.
Creemos que, si intentamos algo con todas nuestras fuerzas, conseguiremos nuestra propia salvación; cuando en realidad, lo único que hacemos en hundirnos en la desdicha.La realidad nos azota como la pubertad llega, desmintiendo cada hipótesis que teníamos sobre nuestra felicidad, llega el temor, el dejar de creer que somos invulnerables,
y luego,
al fin,
las heridas.
Esas heridas magnificas y de sabor dulce.
Esas heridas que nos hacen sentir el hogar. Este sadismo incoloro de las tazas vacías.Una vez que hay herida sabemos lo que nos hizo daño, de quien vengarnos, en el filo helado de una vida, que ahora, parece que se burla de nuestra inocencia.
Por eso, al afrontar esos miedos, esa exageración que visualiza,
esa caricatura de nuestra fiera incontrolable,
esa imagen sombría de podredumbre,
esa deformación ridícula de mis llantos.Nuestra visión distorsionada no nos deja ver que en realidad somos nosotros mismos, nuestro mayor temor. El nerviosismo proviene de dentro.
Por eso, al coger la guitarra siento pavor, y aunque me envalentone y juegue con sus cuerdas,
al rasguear, por última vez esa nota que pone fin a mi terapia,
suena,
histérica,
una carcajada austera de la vida.¿Pero no es acaso esa burla, a su manera, preciosa?
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Enero color Azabache.
PoesíaBreves ensayos tristes sobre meditaciones, pensamientos y observaciones de cada día. Me siento un cretino cuando escribo cosas tan pretenciosas. Todo nos lleva a pensar que tenemos que existir por algo, pero no. La realidad es que estamos de paso...