CAP 4

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------Mei--------
Estuve media hora buscando entre los cajones, pero no encontré nada interesante. Parecía como si la verdadera dueña de este cuerpo escondiera algo y no quería que los demás lo supieran.

Me dirigí hacia la ventana y la abrí. Una suave brisa entró al cuarto. El paisaje era conmovedor (los jardines de la mansión que parecía un palacio), parecía como si estuviera en un verdadero cuento de hadas. Era demasiado irreal.

Caí en la cuenta de que no sabía el nombre del reino. Tendría que preguntarlo más tarde, eso confirmaría si realmente estoy en otro mundo desconocido o en el pasado.

—Keila, su padre lo espera en el estudio —entró Meth, alterada.

Mi pelo se erizó. Aborrecía ver a mi padre en estos momentos, pero supongo que si lo rechazaba, las consecuencias serían bastante malas.

Con poco ánimo salí de la habitación. Al ver el pasillo decorado con estatuas y lámparas de cristal, las paredes de mármol y el suelo decorado con una alfombra roja, me olvidé del duque por un momento y pensé en lo bonito que era el lugar.

Caminamos un buen rato. Yo contemplaba todo con la boca abierta de lo lujoso que era, parecía el castillo de un rey.

Meth paró en una puerta decorada con rosas doradas.

—Ya hemos llegado —hizo un movimiento para que entrara.

Entré nerviosamente. Un olor a cerrado y tabaco inundó mis fosas nasales; sentía que me asfixiaba, pero debía soportarlo. Cuando vi la habitación, me sorprendió la cantidad de sirvientes parados al lado del duque. Todos ellos miraban al suelo con una expresión neutra, daba pena verlos en ese estado. Seguro que estaban medio ahogados; lo peor es que no se les ocurría abrir las ventanas.

En el centro de la habitación había un escritorio, donde se encontraba el duque escribiendo unos papeles. Su tez, el pelo y sus ojos eran iguales a los míos, la única diferencia era su mirada asesina. El duque era extremadamente atractivo, había que reconocerlo.

—Padre... —dije intentando llamar su atención.

Siguió escribiendo sin levantar la mirada, ignorándome.

—¿Por qué me has llamado? —intenté sonreír con ganas de tirarle por un puente por su desagradable respuesta.

—Sabes perfectamente por qué te he llamado —por fin despegó su mirada de los papeles y me miró—. Quiero que le pidas perdón a tu hermana.

—¿Tienes pruebas? No sé cómo me acusas si no has visto nada.

—No necesito pruebas para saber que te has tirado a su novio.

Respiré hondo varias veces. Di gracias a los enfermeros que me enseñaron este tipo de ejercicios para no perder el control cuando estaba en el hospital; realmente funciona. Cuando ya estaba calmada, seguí hablando.

—No me lo he tirado, ¿cómo lo sabes? ¿Por mi hermana? ¿Y si miente?

El duque puso cara de pocos amigos, no me creía en absoluto. Sus ojos intensos se postraron en mí un buen tiempo y sentí como si estuviéramos en una pelea de miradas. Claramente perdí por la incomodidad que me generaba.

—No me digas que te vas a poner a llorar. Recuerda que ya no eres una niña pequeña —sonrió sarcástico.

—Lo siento por no hacerte ese favor, realmente no sé cómo la gente te puede soportar —susurré indignada.

Solo pude decir "mierda". Otra vez había hablado sin pensar. Recuerdo antiguamente que en las familias nobles había grandes consecuencias si contestabas de mala manera a tus superiores, y más si tenías un rango más bajo.

—Dame la daga, Freic —ordenó a un chico que estaba posicionado a su derecha y que debía ser su mayordomo.

Tragué saliva, me iba a matar, a su propia hija. Debía escapar; quería pensar que lo estaba malentendiendo con todo mi corazón.

—Átala a esa silla —señaló hacia la derecha—. Vamos a acabar esto.

Con esa palabra, sentí que me avocaba a la muerte. Sin darme cuenta, ya había corrido hacia el pomo de la puerta y había salido del estudio. Me arrepentí de la decisión que tomé, pero no podía volver atrás aunque lo deseara.

Oí a mi padre hablando con unos guardias, dando a entender que me iban a seguir. Corrí como una bala hasta llegar a un patio, donde me escondí detrás de unos árboles anchos. Oí los pasos de los soldados pasar al lado mío y, cuando ya no escuché ningún ruido, decidí salir.

—Te estás volviendo muy audaz —dijo una voz.

Me di la vuelta y vi a Freic, el mayordomo.

—Ya sabes qué hacer —ordenó a un sirviente.

El sirviente me ató las manos y me llevó a un cuarto. Me sentaron en una silla y esperé al supuesto duque. Todo esto me parecía demasiado irreal, sucedió tan rápido y raramente.

Al cabo de un buen rato, entró mi padre.

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**Nota:**

Muchas gracias por vuestras lecturas y espero actualizar pronto.

:3

Me convertí en una villanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora