CAP 16

473 46 2
                                    

-------------Mei----------------
Sentí una oleada de confusión mientras me encontraba en este nuevo entorno. El chico de piel pálida con cabello castaño, al que no conocía, me miraba con una preocupación genuina. Su abrazo era cálido y reconfortante, aunque no lograba entender del todo qué estaba sucediendo.

—¿Dónde estoy? —pregunté aturdida, tratando de recuperar la compostura.

—Parece que tienes fiebre. Vamos a casa a darte la medicina —dijo él, mientras me cargaba con cuidado.

Mientras él caminaba, observé que el entorno parecía familiar, como si hubiera regresado a mi otro mundo. Sin embargo, no reconocía el lugar. Me sentía segura en sus brazos, un contraste con mi deseo de volver a ver a mi padre y madre, pero también con la sensación de querer permanecer en ese abrazo cálido.

—¿Quién eres? —volví a preguntar, buscando respuestas.

—Parece que el resfriado sí te ha afectado —dijo con una sonrisa dulce—. Soy tu novio —y me besó en la frente.

El latido de mi corazón aceleró. Me escondí en su abrigo, sintiendo una mezcla de emociones que nunca había experimentado antes. A pesar de sentirme tonta por mi reacción, no podía evitarlo. Deseaba aferrarme a esa calidez, aunque también me preocupaba la incertidumbre de no saber qué pasaría a continuación.

De repente, me despegué involuntariamente, asustada al ver que podía verme a mí misma en sus brazos. Era más joven, alrededor de dieciocho años. La visión era confusa; sentí que estaba en un sueño.

Todo se volvió negro de golpe, y empecé a escuchar voces. Eran mis propias palabras:

—Helios... Helios... ¿dónde estás? —lloraba mi voz.

—Helios... ¿qué estás haciendo? —se escuchaba una voz más fuerte.

—Helios...

Mis ojos se llenaron de lágrimas, sin razón aparente, mientras un dolor intenso en el pecho me abrumaba.

—Mei, te dije que no salieras sin decirme nada. ¿Acaso quieres hacerte daño? —la voz del chico se escuchaba enfadada.

Comencé a temblar, incapaz de responder.

—Puedo hacer lo que quiera —respondió la voz de mi yo de dieciocho años, con tono desafiante.

El negro se desvaneció y la escena se aclaró. Ahora estaba en el salón de una casa. El chico, con una sonrisa cansada y ojos con bolsas, estaba pálido. Mi otro yo, asustada, lo miraba.

De repente, ambos se volvieron hacia mí, sus miradas llenas de súplica.

—Sálvame, por favor —decía mi yo.

—No me dejes —decía el chico.

La desesperación en sus rostros me golpeó con fuerza, y me pregunté si alguna vez podría entender completamente el significado de estas visiones y sentimientos.

Me convertí en una villanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora