CAP 6

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--------Mei----------

   El ambiente era silencioso mientras esperábamos al prometido. Caí en la cuenta de que nunca había visto su rostro y estaba intrigada. ¿Sería guapo? "Eres tonta", me dije a mí misma. ¿Cómo podía pensar en esas cosas ahora? Lo más importante era convencer a mi padre si no quería morir y ser humillada.

Armena me miraba con odio, tal vez porque mentí y conseguí salvarme (de momento). Le devolví la mirada y sonreí divertida para demostrar que no le tenía miedo, pero realmente estaba asustada.

—Señor Duque, el marqués Arthur acaba de llegar —avisó el sirviente inclinándose.

—Dile que pase.

Las puertas se abrieron y lo vi. No era como yo esperaba, al revés, todo lo contrario. El chico era alto (de uno ochenta y cinco o por ahí), no era guapo, sino lindo. Poseía ojos dorados y tez blanca. Fue la primera vez que vi a una persona tan mona. Tenía pinta de ángel indefenso, daban ganas de achucharlo. Al darme cuenta de lo que estaba pensando, me sentí avergonzada. No podía bajar la guardia por el aspecto de un chico.

El marqués, al entrar, parecía confundido como si no supiera nada de lo sucedido. Sonreí, la victoria sería mía.

—Buenas tardes, duque, lady Armena y lady Keila —dijo mostrando sus respetos—. ¿A qué se debe mi presencia? —preguntó desubicado.

—¡Arthur! —Armena se lanzó a sus brazos llorando. Él cogió a Armena de la cintura y la abrazó—. ¿A que tú no coqueteaste primero a Keila? Fue ella —señaló hacia mi dirección.

Arthur, por un momento, me miró fijamente dándome escalofríos. ¿A qué venía esa reacción de mi cuerpo? ¿Acaso le tenía miedo? Eso sería imposible.

Hubo silencio, y como nadie contestaba, decidí tomar la palabra.

—Marqués —me incliné respetuosamente—, quiero que se resuelva un malentendido. Me disculpo si usted tenía algo importante que hacer —dije amablemente—. Además, también me disculpo al duque por haber mentido, era el único recurso que tenía para que trajeras al marqués y demostrarte que esas acusaciones eran mentira —dije asustada, ya que podía ser pena de muerte. Ahora mi vida dependería del maldito prometido.

—¿Qué malentendido? —preguntó curioso.

—No es un malentendido —dijo mi hermana—. Vi con mis propios ojos cómo Keila te intentó besar —reprochó—. No me lo puedes negar.

¿Qué? ¿BESARLE? Sentí mi alma salir de mi cuerpo, cada vez se inventaban más cosas: que si me lo he tirado, que si le he coqueteado y ahora besado.

—Armena, no sé de qué hablas, nadie me intentó besar...

Noté a mi hermana tensa, lucía muy pálida.

—Pero la he visto —sollozó.

—Creo que lo malentendió. Ella cayó por accidente y la ayudé —confesó el chico mientras le quitaba a Armena un mechón rebelde de la cara—. Armena, no dejes que eso te afecte, sabes que mi corazón solo es para ti —le agarró la mano suavemente.

—Me disculpo en nombre de mi prometida —dijo Arthur dirigiéndose al duque—. Parece que todo fue un malentendido.

—Pero padre, ella te mintió, es pena de muerte —dijo Armena enfurecida señalándome.

—Olvidémonos del tema —le contestó fríamente el duque—. Tengo trabajo que hacer, solo he perdido mi tiempo.

Y sin más dilación, el duque nos dio la espalda ignorándonos por completo y comenzó a ojear un libro.

Sabía que no me pedirían perdón. Lo importante era que ya estaba todo solucionado.

Me convertí en una villanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora