La tormenta era peor de lo que nos habíamos imaginado, el barco se balanceaba de manera incontrolable haciendo a la tripulación imposible el manejo del timón y de las velas. Y el hecho de que nos hubiera azotado con toda su fuerza por la noche no ayudaba para nada, ya que el agua apagaba los focos de fuego que estaban encendidos para poder distinguir las diferentes partes del barco. Salí del camarote e intenté ayudar, sin embargo, no podía hacer nada.
-¡Entre de nuevo!_ oí gritar a lo lejos.
De pronto vi una gigantesca ola que se acercaba hacia nosotros. Íbamos a morir. Intenté agarrarme al mástil, pero el oleaje no me lo permitía, el barco se balanceó bruscamente y me hizo perder el conocimiento al chocarme contra la barandilla. Entonces llegó la gran ola y destrozó el barco.
-¡Dejad sitio! ¡Atrás!
De pronto sentí un pinchazo, me encogí y empecé a toser agua salada. ¿Estaba en tierra firme? No. Sentía el tacto de madera mojada. Entonces alguien me había rescatado.
Oí unas voces que repetían dos palabras. Extranjera y mujer. Estaban hablando en japonés, sin duda. Así que me había rescatado una embarcación nipona. El peso de la ropa mojada hacía que me fuera difícil levantarme, además me encontraba sin fuerzas. Levanté la cabeza y vi a varios hombres blandiendo armas, uno de ellos sobresalía de los demás. Llevaba un uniforme de guerra azul oscuro con varios elementos que debían componer su blasón familiar o representar su status, entre ellos pude diferenciar una media luna. Llevaba un parche en el ojo derecho.
-Llevadla a mi camarote._ dijo ese mismo hombre.
Sentí como dos hombres me alzaban y me arrastraban dentro del barco. Una vez dentro me tiraron al suelo y me dejaron a solas con el hombre del parche. El hombre comenzó a hablar para sí mismo en voz alta pensando que no entendería ninguna de sus palabras. Hasta que le dije algo en su mismo idioma.
-Gracias por haberme salvado la vida.
Su mirada era de sorpresa.
-Eres la primera mujer extranjera que haya oído hablar en japonés.
Se acercó y se agachó a mi lado.
-¿Qué negocios tienes por estas tierras?
Me recorrió un escalofrío.
-Intérprete._ dije tiritando._ Viajaba con una tripulación en busca de mercancías en Japón.
Sonrió.
-Parece que esta vez la mercancía será para mí.
-¿Perdón?
-No se me conoce por salvar vidas precisamente. Deberías estar agradecida.
Me había salvado pero no hacía falta ser tan egocéntrico.
-¿A quién le debo el honor?.
Se levantó.
-Date Masasume.
Nada más oír el nombre mi corazón se encogió. Me gustaba estar al día de lo que ocurría en el país del sol naciente y sabía que él era un samurái conocido por sus dotes en la guerra y por ser un daimyo reconocido por el shogun. En poco tiempo se había labrado una reputación que nadie antes había conseguido.
-Estás temblando._ sonrió._ ¿Tanto miedo da oír mi nombre?
Miré mi ropa empapada intentando no darle la razón.
-Será mejor que te cambies._ dijo .
Me llevé las manos inconscientemente al corsé tapando mi pecho. Masasume soltó una carcajada, cruzó la puerta que daba a otra habitación y trajo consigo un kimono azul oscuro con un dragón bordado en blanco.
-No llevamos a bordo ropa de mujer, así que tendrás que conformarte con esto hasta que lleguemos a la isla._ me lo ofreció.
Lo cogí con ambas manos.
-Gracias, Date-sama.
...
Me quité la pesada ropa mojada y cubrí mi cuerpo con el yukata. Nunca antes me había puesto uno, y menos uno tan grande como éste. Me daba la vuelta de sobra y me até el obi dando varias vueltas sobre mi cintura, lo que hacía que la parte de arriba quedara más holgada. Me quedaba grande eso se veía a lo lejos pero al menos estaba seco. Me quedé en frente de la ventana mirando el mar. ¿Habría sido la única superviviente?.
La puerta se abrió, y entró la luz de la luna a través de la figura de Masamune, quién sonrió al verme. La tela del kimono que me sobraba pasaba de los treinta centímetros y caían por el suelo. Mis manos estaban a unos veinte centímetros más arriba de donde acababan las mangas. Su ojo se giró y miró la ropa mojada en el suelo, la movió con el pie y me miró.
Traía consigo un trozo de tela, se acercó lentamente y me hizo una señal. Lo cogí y me deshice la trenza para secarme el pelo. Mi cabello rubio cayó por mi hombro mientras lo frotaba.
-¿De dónde eres?
El barco se osciló, sentí un mareo y me agarré a un pequeño mueble.
-Inglaterra._ dije conteniendo una nausea.
Su mirada era una mezcla de deseo y admiración.
-Eres muy interesante._ me besó la mano.
La quité rápidamente.
-¿Cómo te llamas?
-Elspeth Evans .
Trató de repetir el nombre pero no conseguía decirlo bien.
-Hay que buscarte otro nombre.
-¿Por qué?
Sonrió.
-Ningún japonés podrá llamarte por tu nombre.
El hombre se acercó y cogió la tela del kimono que sobraba de la manga, la arremangó y encontró mi mano.
-Tu piel es tan blanca. Como la nieve._ me miró a los ojos._ Necesitas un nombre digno de tu belleza ,Yukiji.
-¿Yukiji?
Caminó hasta la otra puerta donde había entrado antes y me indicó que fuera allí. Entré después de él y cerré la puerta. Era el dormitorio privado de Masamune. Comenzó a quitarse la ornamentación del traje y la armadura, hasta que se quedó en yukata y se apoyó en la pared.
Nunca antes había visto a nadie así, su sola presencia embaucaba a cualquiera que le mirase, tenía un aura de misterio que incitaba a sumergirse dentro de la oscuridad que le rodeaba en la noche.
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Masamune x OC Completo (Ikemen Sengoku)
FanfictionUna extranjera interprete sufre un accidente en su viaje y "cae" en manos Masamune, un daimio salvaje y sin complejos que coge cariño a esta mujer de inmediato. Una historia llena de comedia, drama y acción (y sí... amor xD) basada ligeramente en la...