𝐈𝐊𝐈𝐆𝐀𝐈
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CAPÍTULO TREINTA Y DOS: CAMPAMENTO QUIRK TRAINING CAMP ( トレーニングキャンプ、日本 )
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La leve brisa veraniega irrumpía en el transporte sin ferocidad, apenas acariciando el rostro del joven que descansaba a un lado de la ventana. Sus cabellos azabaches se entrelazaban y movían hacía atrás, dejando su frente expuesta por el aire. Sus ojos rasgados estaban cerrados, disfrutando de las horas de sueño que conservaba, mientras que el audífono en su oreja izquierda reproducía una canción tranquila. Su respiración era pausada, relajada, sin exaltarse como normalmente lo hacía por su delicada presión.
Katsuki no podía despegar sus ojos de Hachiro, simplemente dormía como un ángel.
Tenía la boca un poco abierta, marcando un pequeño camino de saliva escapando de ella. Era asqueroso y al mismo tiempo muy tierno. Cualquiera podía afirmarlo.
Pero parecía que nadie estaba de acuerdo con dejarle la imagen de ese ángel descansando en paz por mucho tiempo, pues el griterío de la clase comenzó una vez más entonando una canción en voz alta para hacer el viaje más dinámico y divertido.
Una vena se marcó en el cuello de Bakugo Katsuki y su ojo titiló en rabia cuando su azabache preferido se levantó irritado, mirando con odio al resto de la clase.
El esperado día del campamento de verano había llegado, y estaban todos emocionados por ello. Hachiro por su parte había llevado lo justo y necesario para su estadía, sin preocuparse mucho por empacar cosas innecesarias. Con sus prendas, medicamentos, cosas de higiene y su bloc de dibujos, le alcanzaba y sobraba. Estaba feliz a pesar de no demostrarlo, seguía siendo el mismo chico cerrado a los demás, que tenía excepciones para sus amigos únicamente.
Pero ahora mismo sentía la necesidad de matarlos a todos. Y la necesidad de descanso no le permitía pegar el grito.
Por suerte a su lado estaba Katsuki.
─¡¡Cállense, pedazos de mierda!!─exclamó el rubio cenizo con el rostro enrojecido por la ira, creando una sonora explosión en sus manos para acompañar a su orden. Fue inmediato como todo el bus quedó en un silencio sepulcral, recibiendo entre todas las miradas, los ojos irritados de Aizawa.