𝐈𝐊𝐈𝐆𝐀𝐈
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CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO: LA VERDAD 高さの同盟 — テンゲムのオフィス HEIGHT ALLIANCE » Oficina de Tangem
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Sintió un toque suave en su mejilla, similar a una caricia. La piel recorriendo la suya con delicadeza, como si le tratara de una mismísima pieza de arte. Ahogó una queja de satisfacción moviendo su rostro contra la almohada, escondiéndose entre su propio cabello ahora desarreglado y las telas que cubrían aquel objeto tan cómodo.
Lo siguiente que percibió fue como alguien ocupaba el lugar vacío a un lado de su cama, pasando pronto un brazo alrededor de su cintura hasta atraerlo contra un cuerpo que desconoció. Abrió sus ojos con lentitud siendo presa de la curiosidad, observando como poca nitidez una mata de cabellos rubios cenizos colarse frente suyo. La respiración cálida de este mismo golpeaba contra su pecho, encontrando la cabeza escondida en esa zona de su torso.
Aún estando bajo los efectos de su reciente despertar, pudo moverse con suavidad, apartando levemente el agarre.
─¿Bakugo?─indagó adormecido. El aludido respondió con un gruñido, quedando pronto a la vista su rostro enrojecido en lo que parecía ser vergüenza. Hachiro bostezó y estiró sus propios brazos─. ¿Amaneció?
─Son las seis.
Hachiro, ante la respuesta dada por Katsuki, terminó por ahogar un quejido irritado contra su almohada. Era temprano y sus horas de sueño no concluían tan pronto, era un maestro en el arte de disfrutar dormir hasta por un período de dieciséis horas seguidas.
Se trataba de un hermoso viernes en el que no tendrían clases por el inicio de las residencias. Hachiro no había recibido ninguna solicitud hasta el momento, ni tampoco se había esforzado en encontrar a alguien que lo ayudara en su tarea de convertirse un héroe al menos provisional. Sus opciones se reducían al pensamiento de quién podría colaborar en su evolución.
Y aquel era su padre.
Suspiró con cansancio, levantando la vista una vez más de su almohada, Katsuki lo observaba fijamente desde el lado contrario, sin su ceño usualmente fruncido. Parecía tranquilo, o como si estuviera pensando en algo importante que requería paciencia y tranquilidad. Fue inevitable para Hachiro no sonreír ante la belleza tan notoria de quien ahora era su amante. Estiró su mano derecha, alcanzando la mejilla de Bakugo. Dejó su palma descansar allí, disfrutando como aquellos orbes carmines se cerraban ante la suavidad del tacto.
