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El caos que había caído sobre ellos luego de que cumplieran con su reto duró mucho menos de lo esperado, sobre todo al considerar que, ante la iniciativa de la chica pelinegra, los retos se volvieron cada vez más atrevidos y las verdades cada vez más escandalosas.

De vez en cuando Minho le dedicaba una que otra mirada al, de repente, indiferente rubio frente a él. Y se preguntó, no por primera vez desde lo sucedido, que tan lejos habrían llegado si no los hubieran interrumpido. Qué tan lejos estaban ambos dispuestos a llegar.

Su pecho ardía con incertidumbre y su mente trabajaba sin cesar en los posibles escenarios que cumplían con su fantasía, aquella en la que sus labios se encontraban con los del menor y llevaban el reto un poco más allá de lo requerido en alguna de las habitaciones vacías de esa enorme casa. La simple idea hacía hervir su sangre con excitación.

Esos labios eran algo que Minho solo había podido rozar, pero aun así, creyó que eran unos de los más suaves que había tocado en su vida. Se había quedado con las ganas de probar su sabor, de enredarse en su lengua y de comerle la boca entera, y no sabía cuándo tendría una oportunidad como aquella otra vez.

Desanimado, Minho se limitó a sonreír levemente ante su imaginación salvaje, mientras se negaba amablemente a hacer un reto igual de atrevido que el anterior con cualquier otra persona que se lo propusiera. La única persona con la que quería volver a hacer algo así apenas lo miraba, y ya no tenía muchas ganas de tontear con alguien más esa noche.

Parecía ser lo mismo para el tal Jisung, quien bebía de su vaso tranquilamente mientras reaccionaba animadamente al resto del juego casi como si nada hubiera pasado entre ellos. Aunque claro, su constante encuentro de miradas parecía decir lo contrario, y Minho se aferraba a eso como un suplicante a las faldas del verdugo, como si su vida dependiera de sus pequeñas interacciones.

Porque podía verlo, incluso si trataba de esconderlo, ese atisbo de deseo que atravesaba los ojos ajenos como un rayo cada vez que sus miradas conectaban. Esa tensión en sus hombros, la forma en la que sus dedos se apretaban contra sus muslos cuando Minho le sonreía, la manera en la que lamía sus apetecibles labios cuando sabía que lo estaba mirando y quería pretender que no lo hacía. Lo notaba, mierda, no tenía cómo no hacerlo.

Era un juego tentador, y uno que Minho definitivamente estaba dispuesto a jugar si Jisung le enseñaba como.

La habitación se volvió un desastre y las risas inundaban el lugar ante el reto que le pusieron a una chica de girar por diez segundos con sus manos en el piso, para luego correr hacia el vaso que su amiga le tendía con mucho gusto y beber todo su contenido de un trago. Fue aterrador de ver, pero entretenido, y se encontró a sí mismo riéndose de la ocurrencia.

Pero fue ese mismo desorden el que impidió a Minho notar la llegada de la persona que menos quería ver en ese momento, y notó su presencia sólo cuando ya era demasiado tarde como para tratar de escaparse. Pudo sentir como se arrodillaba detrás de él, silenciosa, para rodearlo con sus delgados brazos en un abrazo invasivo que él no dudó en deshacer, volteándose rápidamente para mirarla.

—¿Qué hay, guapo? —lo saludó Soojin con una sonrisa coqueta que lo hizo bufar, molesto.

Algunos ojos curiosos se posaron rápidamente sobre ellos, tal vez porque el vestido negro de la recién llegada no dejaba nada a la imaginación desde esa posición, o porque Minho había dejado de sonreír por primera vez desde que entró a esa habitación. No lo sabía, no quería hacerlo tampoco.

Para evitar arruinar el ameno ambiente de aquel cuarto, Minho se levantó con una leve y renovada sonrisa adornando su rostro, recogiendo el vaso rojo que había quedado atrás suyo mientras agradecía al grupo por incluirlo y se despedía de ellos antes de abandonar la habitación, dedicándole una última sonrisa coqueta al rubio con el que había bailado en el proceso.

Dirty Dancing || MINSUNG (RESUBIENDO/EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora