Desordenar para volver a ordenar

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Daniela cargó a Poché en sus hombros para llevarla hasta la orilla de la playa. Aferrándose a los sobres con las fotos, María José se dejó llevar por la castaña mientras apreciaba el trasero de quien la cargaba.

—Tengo buenas vistas— dijo Poché haciendo reír a Daniela.

—Si no quieres caerte no me hagas reír— la retó Calle entre pequeñas risas —Además yo tengo algo de qué agarrarme aquí— al terminar la frase, Daniela apretó las nalgas de Poché, logrando que esta gritara por la sorpresa.

—Creo que estás obsesionada con esa parte de mi cuerpo.

—Si, también estoy obsesionada contigo entera— confesó la castaña, haciendo sonreír a Poché.

Cuando estuvieron cerca de donde llegaban las olas, Daniela con cuidado dejó sentada a Poché en la fría arena. Con las fotos en una mano y con la otra sintiendo la arena, María José cerró los ojos para sentir el aroma de aquella playa. Sabía que entre tantas fotos iban a haber muchas de ese mismo lugar, por lo solitaria que era, a Martha le fascinaba llevar a sus hijas para que pudieran correr por donde quisieran, para que construyeran cosas con arena, para escribir o para sacar fotos, como acostumbraban a hacer madre e hija.

—¿¡Los trabajadores del cibercafé vieron mi foto en bola!?— preguntó sobresaltada Daniela, sacando de la ensoñación a María José en la que se había sumergido. 

—No lo sé, espero que no— dijo Poché con una risita, recibiendo un fuerte golpe de parte de la castaña —¡Oye! no sé te veía nada, tenías la sábana— se defendió la peliazul, dejando más tranquila a Daniela.

Luego de reírse un rato, de hablar de cualquier otra cosa y de admirar el paisaje, Poché volvió a mirar los sobres con angustia.

—Estoy aquí, Poché— dijo poniendo su mano en la espalda de la peliazul, que agradeció demasiado ese simple contacto.

Con cuidado, tomó el primer sobre sacando todas las fotos, la primera era la de Dani, así que ambas se rieron y Poché pudo relajarse por unos segundos.

Justo luego de esa foto había una foto de Martha en primer plano, estaba acostada en una cama y al parecer Poché estaba encima de su madre, ya que sus pies podían verse a los costados de la mujer que descansaba plácidamente sin darse cuenta que en ese momento su hija mayor estaba tomando una foto de ella.

—Wow, es hermosa— comentó Daniela con sinceridad —Te pareces mucho a ella— María José se limitó a asentir, ya que las palabras quedaron enganchadas en el nudo que se formaba en su garganta.

Entre tantas fotos de Martha, de Vale, de Juan Carlos, de algunos paisajes, y de algunas canchas de fútbol, apareció una foto de Poché junto a una mujer que Daniela no reconocía. Recordó aquel nombre que Poché había dicho alguna vez, aquel nombre que Esteban había dicho hace un par de días en la noche en que María José fue internada, recordó a Cal, aquella mujer que era una incógnita para la castaña pero que parecía ser alguien importante en la vida de la peliazul.

—¿Quién es?— preguntó Daniela.

—N-Nadie— tartamudeo nerviosa Poché, obteniendo una mirada reprobatoria, sin decir nada y mirándola fijamente, Calle logró que la peliazul continuara hablando —Es Cal, bueno su nombre es Carol pero su apodo era Cal.

—Así que.. cuándo fuimos a aquel campamento y tú me dijiste Cal ¿fue por ella?— Poché asintió un poco incómoda, había tenido solo una relación en su vida y creía que no se hablaba de un ex con la pareja actual, pero la castaña parecía estar muy interesada.

—Supongo, no recuerdo mucho esa noche— reconoció Poché.

—¿Cuándo la conociste?

—¿Por qué tan interesada?— cuestionó la peliazul tratando de terminar con ese tema de conversación.

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