Una experta no tan experta

2.7K 255 12
                                    

Las sesiones con la psicóloga siempre eran agotadoras. No había una sesión en la que Poché no terminara llorando, más aún cuando hablaba de su madre y de Cal, la culpa rondaba a María José y al parecer la terapeuta había encontrado un posible camino de sanación para la joven de mechones azules, por lo tanto, hablar de su madre y de Carol era algo que sucedía en cada sesión.

Poché no recordaba con exactitud y detalles el día en que su madre falleció, aunque recordaba lo suficiente para sentirse miserable. Pero no había algo que le doliera más que recordar cada pequeño detalle del día de la muerte de Carol, aquellas escenas parecían grabadas en la cabeza de María José, estaban impregnadas en su mente como una parte más de su cerebro.

Como si hubiera corrido una maratón, como si hubiera caminado por el desierto sin agua o como si hubiera escalado una alta montaña, María José se movía por la casa de rehabilitación totalmente cansada y fuera de sí. 

Unos brazos la tomaron por la cintura, ese tacto la trajo de vuelta a la Tierra de donde sea que se encontraba. El perfume de Dani se metía por sus fosas nasales, era imposible no reconocerla. Sintiéndose un poco más aliviada, María José recostó su cabeza en el hombro más cercano de Calle, su presencia era como un efectivo calmante para la peliazul. 

—Tenemos permiso para salir— susurró Daniela en el oído de Poché, la castaña llevaba varios días tratando de convencer a su novia de salir, pero por alguna razón, María José siempre se negaba.

—Estoy cansada, amor, prefiero que nos quedemos aquí— respondió con una excusa como lo hacía siempre.

Daniela la soltó, la peliazul, extrañando el contacto se giró para ver a la de ojos avellana con su ceño fruncido, estaba molesta.

—Siempre tienes una excusa, Poché— aunque su voz sonaba tranquila, un tono triste, enojado o tal vez decepcionado se podía escuchar entre la fingida calma.

—No son excusas— mintió la peliazul, tan experta en mentir con todos pero se le hacía imposible hacerlo cuando era la castaña quien estaba frente a ella.

Daniela giró sus ojos, se notaba su fastidio, así que, sin querer hablar más subió las escaleras dejando a Poché parada en la sala.

María José se tiró desganada al sofá más cercano, suspiró fuertemente y decidió quedarse allí para pensar antes de subir a buscar a su novia.

Daniela tenía razón, Poché solo había estando dando excusas durante toda la semana para no salir, pero la realidad era que la peliazul tenía miedo de salir y volver a encontrarse a aquel muchacho desarreglado, no quería volver a verlo y sentir la necesidad de pedirle algo, no quería verlo y comprobar que tal vez su problema con las sustancias seguía tan fuerte como hace más de un mes.

Con pocas energías subió escalón por escalón, con pequeños pasos llegó hasta la puerta de su habitación pero antes de golpear, la castaña ya había abierto la puerta. Si había subido enojada, ahora se veía furiosa, se podía notar como sus mejillas estaban levemente coloradas y sus ojos brillaban con ira mezclada con decepción. A María José se le arrugó el corazón y la garganta pronto estuvo bloqueada por un fuerte nudo pensando que el estado de Daniela era por su culpa.

—Perdóname, no qu...— sin dejarla terminar de hablar, la castaña pasó de ella y se dirigió a las escaleras —¿Qué está pasando?— preguntó Poché tomándola del brazo, fue en ese momento en el que la castaña pareció notar la presencia de su novia, sus facciones se suavizaron levemente.

—El testimonio— balbuceo, aún parecía enredada en su propia cabeza.

—¿Qué pasó con el testimonio?— preguntó Poché comenzando a sentirse nerviosa.

loopDonde viven las historias. Descúbrelo ahora