Pensar en el futuro

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El dolor recorría cada milímetro del cuerpo de la castaña, era insoportable, sentía como si a su alrededor hubieran llamas quemándola entera, se sentía impotente, inútil.

Se había hecho una idea de lo dura que había sido la vida para su peliazul, había pasado varias noches pensando en cómo Poché podría haber sufrido recibiendo una de esas llamadas que nadie quiere recibir cuando te avisan de que alguien que quieres se ha ido, pensó en que meses antes la de ojos aceituna ya había perdido a alguien muy querido e importante, a su madre, pero en se momento, conociendo un poco más de la historia de María José, aquel dolor que podía imaginar se multiplicó por tres.

—¿Cómo fue que Poché te contó todo esto? ¿cómo pudo?— Daniela no lograba comprender cómo la peliazul pudo revivir todos sus demonios para contárselo a alguien más. Ahora entendía porque se le era tan fácil mantener las cosas guardadas en un baúl dentro de los lugares más profundos y oscuros de su mente.

—Tardó dos sesiones en contarme toda la historia, no hubo un momento en el que haya podido parar de llorar y de culparse.

Otra daga se le clavaba en el corazón de la castaña, la necesidad de abrazar a María José durante toda la vida iban en aumento.

—Es como un segundo duelo— razonó Calle.

—Ese fue su primer duelo— dijo Ana sorprendiendo a la de ojos avellana —Ella nunca se permitió llorar, ni por la muerte de Carol, ni por la muerte de Martha, así fue como se consumió tanto por las drogas— explicó la psicóloga y Daniela logró percibir en sus ojos dolor, ¿quién no se sentiría mal al conocer la historia de una joven de apenas dieciséis años pasando por cosas tan graves?

—Martha, su mamá, ¿por qué murió?

Ese era un terreno totalmente desconocido para Daniela, nunca había podido saber algo sobre la mujer que parió y crió a su novia.

—Creo que lo mejor va a ser que dejemos ese tema para otro momento, ya ha pasado una hora— avisó la mujer fijándose en el reloj que tenía atado a su mano.

—Pero… necesito saber más, quiero saber más— replicó Calle queriendo usar los quince minutos que quedaban.

—¿Por qué mejor no esperas un poco? ten paciencia, tal vez escuches esa historia de su propia boca— dijo Ana tratando de darle ánimos a la castaña —Sería algo muy bueno para ella si logra abrirse contigo, no te desanimes, ella te ha contado muchas cosas, solo que las difíciles son más complicadas de poner en palabras y para eso necesitas paciencia.

Daniela giró los ojos internamente, si había algo que le faltaba era paciencia.

Pero si esperar y hacer las cosas como las estaba haciendo la ayudaba a escuchar las palabras que contaban aquella historia sobre Martha que Poché se empeñaba en ocultar, con las emociones, las pausas y la pasión de su peliazul, estaría dispuesta a tener paciencia.

Con suma lentitud para recomponer su estado de ánimo, Daniela subió las escaleras que la llevarían hasta la habitación que era de Poché pero que ambas compartían desde que Germán echó a Dani de la casa.

La peliazul estaba de espaldas a la puerta, acostada sobre su lado derecho en la cama, al escuchar el sonido de la puerta, todos sus músculos se tensaron. Dani se dio cuenta de eso y enseguida camino rápido para acostarse y abrazarla por detrás. La tensión disminuyó en el cuerpo de la peliazul, pero aún seguía ahí.

—¿Te gustaría saber de qué hablamos?— preguntó Daniela en lo que fue un susurro.

Poché se encogió de hombros.

—Creo que me gustaría saber que piensas sobre lo que Ana te dijo— respondió la peliazul en el mismo tono.

—Solo pude pensar en todo el dolor que has sentido— comentó acariciando el rostro de María José.

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